Por qué hay tanta reticencia entre ejecutivos financieros a llamar por su nombre, un banco malo, a las sociedades que tanto internamente, en las propias entidades, o a través de la participación pública aglutinen el lastre del sector? Por la corrección de las palabras. Para evitar lo que el polémico concepto bautiza a la perfección, que es un conjunto de activos dañados, de riesgo, tóxicos si se analizan sus efectos en el balance de las empresas. Así que a esa pregunta es fácil de responder. La otra, la que resume las complicaciones que supone, ya no lo es tanto. ¿Cómo se hace bueno ese banco malo? Quien lo apoya mira más hacia las supuestas consecuencias —el saneamiento del sistema y la reactivación del crédito— que en los mecanismos. El quebradero de cabeza está en el precio.

El volumen del lastre

Los activos dudosos, adjudicados como pagos de deuda y los que están bajo vigilancia por el riesgo de mora, sumaba hasta junio 176.000 millones de euros, según el Banco de España. Una cifra que equivale al 52% de todo el crédito concedido a promotores y constructores y al 11,4% de los préstamos en general de las entidades, un 5,2% del activo del sistema. Hasta el 33% de la exposición está cubierta con las provisiones, tanto específicas como genéricas.

Precio de balance, precio real

Ahí empiezan las dudas sobre el traslado de los inmuebles y créditos desde las entidades hasta una firma pública. ¿Cuánto valen realmente los activos que tienen las entidades? En su mayoría, las tasaciones en balance se remontan meses atrás, años incluso, y muchos expertos dudan de que reflejen la situación real del mercado. Especialmente en el caso del suelo, con la paralización absoluta de las transacciones y sin que exista, como en el caso de las viviendas, una estimación fiel de lo que se mueve hoy en el negocio del ladrillo entre particulares. Y si el recorte de precios, como parece, supera ese 33% de cobertura general en el sector supondría más pérdidas para las entidades, que están obligadas a sacar de sus recursos el dinero que se necesita para contrarrestar la caída de la cotización en los activos.

Hasta dónde puede llegar el descuento

En el mercado se habla de hasta un 60%. Un reciente informe de Fitch sostiene que, de media, el valor de las viviendas que las entidades asumen por embargo están un 43% por debajo del precio que se fijó en la firma del crédito. De ahí que los expertos exijan que, de ir adelante el banco malo, se haga un examen a fondo, con especialistas independientes, incluso de fuera de España, de la cartera de inmuebles.

El dilema de las pérdidas

La fórmula convencional del banco malo obligaría, pues, a que una de las dos partes asumiera las correspondientes pérdidas.

O el Estado absorbe los activos dañados al valor que marcan las entidades y los guarda en una especio de macroinmobiliaria hasta que la actividad se recupere para evitar venderlos por debajo de lo que le costaron; u obliga a las entidades a actualizar los precios y cubrir la diferencia en comparación con el mercado de su propio bolsillo. A la vista de cómo anda el sector en recursos propios, con las exigencias del decreto de solvencia español y los endurecidos criterios impuestos por Bruselas a los bancos sistémicos, el modelo abocaría prácticamente a descapitalizar aquellas con más pérdidas.O se les inyecta fondos públicos o se las liquida.

En todo caso, ¿con qué se pagarían las operaciones?

Si el futuro Gobierno optara por dinero público, tanto en el caso de que las pérdidas corrieran de su cuenta como si las deja en manos de las entidades, evidentemente supondría deuda. Un aumento del déficit. Porque el Fondo de Garantía de Depósitos —una de las fórmulas que se baraja en el sector para asumir el coste,y que,precisamente sale de las aportaciones de las propias entidades— tiene unos recursos limitados y debe blindar la seguridad del ahorrador. En las últimas semanas, varias expertos señalan al intercambio a través de bonos del Estado con lo que la liquidez para los bancos sería progresiva, y el único salvavidas sería la tregua en la necesidad de estar continuamente aprovisionando. Las dos últimas cumbres en la UE abren una tercera vía, la de recurrir al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera.

La voluntariedad

La patronal bancaria dejó claro que sus reticencias a un banco malo son insalvables sin no es voluntario. Las entidades fuertes quieren así marcar distancias con las que podrían necesitar irremediablemente ayuda.Y en ese caso, hay una duda a mayores, ¿qué tipo de condiciones se tendrían que imponer a los que recurran al banco malo?

La incertidumbre del crédito

De poco valdría un plan de estas características si finalmente el crédito no vuelve a fluir. Teóricamente, las entidades quedarían saneadas, sin cargas. Emilio Botín, presidente del Santander, descarta, sin embargo, que ese efecto se produzca. De los apoyos iniciales al banco malo nacional quedan ya pocos.