La nacionalización del Banco Financiero y de Ahorros (BFA) supone el fin para las siete cajas de ahorros, incluida Bancaja, que se repartían hasta ahora el accionariado de la matriz de Bankia. La conversión en acciones de las participaciones preferentes que había asumido el FROB cuando en 2011 prestó a la entidad 4.465 millones de euros supone que el Estado será en breve el único propietario de BFA, dado que el Ministerio de Economía informó anoche de que se va a quedar con el 100 % de BFA.

Esto supone que Bancaja, propietaria hasta ahora de un 37,7 % de la matriz de Bankia, al igual que Caja Madrid, Caja Canarias, Caja Segovia, Caja Ávila, Caixa Laietana y Caja La Rioja, pierden toda la participación que tenían en el banco. Por mostrarlo de una manera gráfica y buscando paralelismos con la CAM o el Banco de Valencia, es como si el Estado hubiera intervenido ese 37 % de Bancaja.

La legislación financiera establece que si las entidades de ahorros bajan su porcentaje de participación en un banco del 25 %, se convertirán automáticamente en fundaciones. Ello implica la desaparición de sus órganos de gobierno y, según las fuentes consultadas, la necesidad de establecer unos estatutos, en coordinación con la Generalitat en el caso de Bancaja, para establecer cómo se regirá a partir de entonces la nueva fundación, que asumiría el control sobre los escasos recursos que le quedan a la entidad de ahorros desde que cedió todo su negocio financiero a BFA/Bankia: fundamentalmente, la obra social.

La asamblea, el consejo de administración y la comisión de control, deberían disolverse, de tal forma que los 200 vocales que integran la primera no tendrán que esperar a finales de año, cuando está prevista la próxima renovación, para despedirse de la caja

Financiación

El problema principal es cómo se financiaría esa fundación. Las fuentes consultadas explican que hay varias posibilidades. En ese escenario en el que el FROB se va a hacer con el 100 % de BFA, la supervivencia de las obras sociales es casi imposible. En primer lugar, habrá que conocer qué sucede con los 28,3 millones que la entidad ha presupuestado para este año y si, ante la necesidad desesperada de liquidez en la que se encuentra, el FROB decide requisarlos, al igual que con lo previsto invertir por las fundaciones de las otras cajas. No obstante, esta opción tiene muchos inconvenientes, dado que los presupuestos están ya aprobados y son muchas las entidades que esperan su puesta en marcha.

Otra incógnita a saber es si esa medida se aplicaría también a la tesorería que mantiene la valenciana (110 millones a noviembre del año pasado) y al patrimonio en inmuebles y obras de arte que aún atesora. Puestos en la tesitura de que la fundación siga siendo propietaria de todos estos activos, la gran duda estará entonces en saber qué sucederá cuando se quede sin reservas. La posibilidad más previsible es que vaya a la liquidación, aunque, si Bankia se ha recuperado para entonces, podría fusionar en una las fundaciones del grupo que siguieran con vida y destinar a ellas una parte del dividendo, siempre con el permiso de quien sea el propietario de BFA, que en breve será el FROB.

Así que, como afirman las fuentes consultadas, la toma del 100 % del BFA por el FROB supone asistir, en el caso de Bancaja, al punto y final de una entidad fundada en 1878 y que, tras sucesivas fusiones -en especial, en 1991, la unión entre las cajas de ahorros de Valencia y Castelló-, ha tenido un papel clave en el devenir de la Comunitat Valenciana. No obstante, su descontrolado crecimiento de la última década, al albur del sector inmobiliario, la llevó a una situación límite.

Tras fusionarse con Caja Madrid y formar parte de BFA y su cotizada Bankia, la caja valenciana ya no era una entidad financiera porque había cedido todo su negocio al banco, pero al menos disponía del instrumento esencial que es la obra social, ese mismo que su presidente, José Luis Olivas, aseguraba que se nutriría con grandes cantidades gracias a la citada fusión.

Llegó a hablar de 2.000 millones de beneficio a distribuir entre los siete socios. Lo cierto es que este año BFA ya no repartió dividendo y la caja tuvo que echar mano a las reservas para cuadrar un presupuesto un 44 % inferior en el caso de la Fundación Bancaja. Fue el temido preámbulo del fin de una aventura socio-económica que no podía haber terminado peor.