Banco Santander trabaja hoy día para consolidarse como un banco «sencillo, personal y justo», que lucha por alcanzar los 25 millones de clientes digitales dentro de dos años y los 17 millones de clientes particulares vinculados en 2015, un año después de que Ana Botín tomara las riendas de la entidad bancaria tras el fallecimiento, el 10 de septiembre de 2014, de su padre y presidente del banco en los últimos 30 años, Emilio Botín.

«Mi ambición consiste en mantener la trayectoria de éxito», afirmó Botín en su primera junta de accionistas como presidenta de la entidad, donde se comprometió a «afianzar» la cultura del banco, centrada en la banca comercial, la cercanía hacia los clientes y la «voluntad» de contribuir al progreso económico y social.

Desde entonces muchas cosas han cambiado, tanto en la estructura interna del banco como en su forma de proceder y de enfocar la estrategia de un futuro que pasa por la digitalización.

Inconformismo

«Uno de los méritos de Ana Botín es su inconformismo por seguir mejorando y su valentía ante los desafíos. Asumió el liderazgo de Santander en unas condiciones personales siempre dolorosas y delicadas como fue la repentina muerte de su padre Emilio Botín, uno de los banqueros más influyentes de las últimas décadas. Recoger su legado, gestionarlo y tener la ambición de mejorarlo no resulta tarea fácil», señalaron fuentes del sector.