La evolución y la mejora de los envases y embalajes para conservar alimentos, frescos o procesados, ha facilitado de manera notable el transporte de esos productos lejos de sus lugares de origen y ha ido aportando a la humanidad soluciones cada vez más eficaces. El caso de los productos frescos, en particular las frutas y hortalizas, reviste especial interés al haberse focalizado preferentemente en dos tipos de cajas, las de cartón ondulado y las de plástico reutilizable. Ambos embalajes parecían tener similares ventajas en cuanto a la conservación de alimentos, a pesar de su muy distinto origen: el cartón ondulado está fabricado con un alto porcentaje de papel reciclado, mientras que el plástico es un derivado petroquímico que puede ser reutilizado.

Con todo, el conjunto de la cadena de valor de las frutas y verduras viene mostrando una creciente preocupación por la contaminación microbiológica derivada de los diversos envases al uso. Es obvio que las bacterias patógenas pueden poner en peligro la seguridad alimentaria, pero también son transcendentes las bacterias asociadas a la putrefacción por su repercusión económica, ya que afectan a la vida útil de los vegetales. Esta preocupación se ha trasladado al estamento científico, que en los últimos tiempos se ha interesado en la evaluación objetiva de los posibles daños por contaminación bacteriana en función del tipo de embalaje.

En particular, una investigación realizada por el Departamento de Ciencias de los Alimentos de la Universidad norteamericana de Arkansas, en Fayetteville, y dada a conocer en noviembre de 2015, había encontrado bacterias patógenas en las cajas de plástico reutilizable, incluso tras haber sido limpiadas después de utilizadas. Los científicos, dirigidos por el Dr. Steven Ricke, director del Centro para la Seguridad Alimentaria de la citada Universidad, y uno de los especialistas más reputados en dicho campo, ponían de manifiesto que los habituales procedimientos de limpieza de la industria podían fracasar en la desinfección de los envases de plástico reutilizable ya que encontraron bacterias del género Salmonella refugiadas en las grietas y hendiduras del material de la caja, impidiendo así la acción de los desinfectantes industriales. Ante la alegación de la industria del plástico reutilizable de que consiguen una higienización del 99,5%, el doctor Ricke repuso que la cifra parecía impresionante, pero que en el 0,5% restante había millones de células patógenas.

En Europa, más recientemente, he podido ver un estudio realizado por científicos del Departamento de Ciencias de la Alimentación y la Agricultura de la Universidad de Bolonia, que monitorizó el intercambio de microbios entre los procesos de producción y envasado, y viceversa, centrándose en la influencia del material de envasado sobre la contaminación cruzada. Su conclusión es que las cajas de cartón ondulado mantienen la fruta fresca y segura durante más tiempo que las de plástico reutilizable: hasta tres días más de vida útil.

Los investigadores, dirigidos por la profesora Rosalba Lanciotti, han demostrado en concreto que las cajas de cartón ondulado aseguran una mayor calidad de la fruta envasada al reducir la contaminación cruzada microbiana. Con ello se disminuye el riesgo de enfermedades transmitidas por los alimentos, al tiempo que se incrementa la vida útil de la fruta, contribuyendo a mejorar su frescura, sabor, aroma y apariencia. Se tuvieron en cuenta todos los factores que pudieran influir en estos procesos como, por ejemplo, la temperatura durante el almacenamiento, el período de tiempo antes de su venta o los daños superficiales que pudieran presentar eventualmente algunos productos. El estudio demostraba que la transferencia de microorganismos causantes de la putrefacción fue siempre inferior en el caso del cartón. La conclusión de los científicos italianos es que la fruta envasada en cartón ondulado llega al consumidor final en un estado más seguro y más fresco que la envasada en plástico reutilizable.

También en el plano ambiental presentan diferencias. El cartón ondulado constituye uno de los ejemplos más llamativos de economía circular al ser su materia prima, el papel, un recurso natural, renovable, reciclable y biodegradable. La contribución del envase de cartón ondulado a la lucha contra el cambio climático es notable porque disminuye las emisiones nocivas gracias a sus procesos limpios y responsables y al efecto sumidero del árbol de donde procede la madera. Consideremos un dato: la superficie forestal europea crece 700.000 hectáreas al año, gracias en gran medida a la industria del papel y el cartón. Parece obvio, pues, que en el imparable proceso de mejorar nuestros envases de alimentos, especialmente de las frutas y verduras, supone un paso adelante más preferir el cartón ondulado al plástico reutilizable. Un hecho sobre el que convendría llamar la atención por igual de productores agrícolas, comercializadores, exportadores y distribuidores.