Desde el punto de vista valenciano fue una decisión más bien simbólica, incluso una reparación por los destrozos en su sistema financiero, y la realidad lo ha confirmado. Hoy y mañana se celebra el primer aniversario de un acuerdo histórico, aquel adoptado por los consejos del Banco Sabadell y CaixaBank por el que los dos bancos catalanes trasladaron sus sedes sociales desde Barcelona a Alicante y València, respectivamente. Unos días antes, la celebración del referéndum ilegal en Cataluña había disparado todas las alarmas. Entre los impositores de las dos entidades cundió el miedo a que las dos quedaran fuera del amparo del Banco Central Europeo y pudiera haber un corralito. Se confirmó entonces cuán cobarde es el dinero.

CaixaBank y el Sabadell sufrieron en los días posteriores una considerable fuga de depósitos. El jueves día 5, el consejo del Sabadell decidió ubicar su sede en Alicante, el territorio natural de la CAM, la extinta caja que absorbió durante la crisis financiera. Un día más tarde tomó idéntico camino CaixaBank. Aunque inicialmente todo indicaba que se iría a Palma de Mallorca, el debate interno en su órgano de gobierno terminó con el traslado a la capital del Túria, sede del Banco de Valencia, engullido por la entidad catalana cinco años antes.

En estos doce meses, ambas instituciones financieras han asegurado siempre que ha habido ocasión que el cambio de ubicación social es irreversible, al menos a corto y medio plazo. En la práctica, como estaba previsto, el traslado no ha sido trascendente, fundamentalmente porque ambas han mantenido en Barcelona sus sedes operativas, que son el auténtico motor de toda entidad financiera. Tanto CaixaBank como el Sabadell han celebrado en sus nuevos domicilios sus juntas anuales de accionistas. El primero, además, ha reunido con asiduidad a su consejo en su nueva sede, el histórico edificio del Banco de Valencia, y, a diferencia del Sabadell, que en este caso se ha decantado por Madrid, ha presentado aquí sus resultados anuales y trimestrales.