Pilar, que no da muchos más datos para no ser identificada, tiene casi 60 años y trabaja todas las mañanas en un servicio del área de sanidad relacionada con la dependencia y por las noches en una cafetería, aunque ahí tiene tardes de descanso. Ambos puestos son fijos y en el primero lleva ya muchos años, aunque antes «había tocado otro tipo de trabajos. Casi siempre he recurrido a la hostelería por necesidad para tener más ingresos», dice. Hace quince años, su estatus laboral cambió. Se compró una casa y tuvo que volver a pedir un trabajo en una cafetería para poder hacer frente al pago de la hipoteca. «A veces tienes que recuperar viejos trabajos para ir sobreviviendo», recuerda. Pero, aun así, con dos trabajos, uno de 35 horas semanales y otro de 25, «mi sueldo al mes ronda los 1.200 euros. Soy mileurista, a mi edad. Tras la crisis no hemos recuperado nada y hemos perdido todo lo que teníamos», se lamenta. Aun así, va saliendo adelante como puede porque no tiene cargas familiares. Eso sí, «tengo que apretarme el cinturón» y ha renunciado a una de las cosas que más le gustan: viajar. «Porque ahora, ni las vacaciones ni los descansos me coinciden por los horarios».