Rafael Doménech va a publicar en breve, junto al catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de València, Javier Andrés, La era de la disrupción digital. Precisamente, una «reflexión» sobre esta materia centrará la conferencia que pronunciará hoy en un acto organizado en València por la escuela de negocios Esic.

¿Qué peligros nos acechan en la era de la disrupción digital?

Son peligros y oportunidades. Nos encontramos en pleno proceso de transformación digital y eso es una oportunidad única en la historia de la humanidad, pero también comporta desafíos tremendos. ¿Por qué? En la revolución digital puede haber personas, sectores, regiones o países que no se beneficien del fenómeno o que salgan perjudicados. Ya vemos efectos sobre el empleo en ocupaciones que desaparecen y otras que surgen, sobre las habilidades, sobre la distribución de los salarios, sobre la desigualdad de rentas o la polarización en el mercado de trabajo. La evidencia internacional apunta a que los países que más avanzan en procesos de digitalización son los que tienen menores tasas de desempleo. No hay necesariamente causalidad en esa relación. Lo que sí vemos es que Japón, los nórdicos o Singapur tienen tasas de desempleo muy bajas, pero puede ser resultado de otras cuestiones. Por ejemplo que, como tienes una tasa muy baja, para seguir creciendo necesitas robotizarte porque te falta personal por la baja demografía o por un funcionamiento eficiente del mercado de trabajo. Para las sociedades en su conjunto, pero también a título individual, será muy importante anticiparse y gestionar de manera activa esa revolución digital mediante políticas públicas o decisiones personales y empresariales. La clave es que los empleados seamos complementarios a las nuevas tecnologías y no sustitutivos. Si somos complementarios salimos ganando porque nos hacen ser más productivos y ganar más dinero.

¿Y las ventajas?

Son las mismas que en la historia de la humanidad en los últimos 250 años. El progreso ha estado ligado al progreso tecnológico, a nuevas máquinas que nos han hecho ser más productivos. No es muy distinto a lo que sucedió al principio del siglo XX. Entonces, para satisfacer la necesidad alimentaria de la población necesitabas el 60 % de la masa laboral y un siglo después es suficiente con un 2 % gracias, entre otras cosas, a la mecanización. Eso está pasando ahora mismo en la industria y los servicios.

¿Cómo cambiará nuestra vida cotidiana?

Está cambiando constantemente. Aparecen nuevos productos y servicios. Tenemos un acceso mayor a los mismos y a costes menores. Por ejemplo, la música digital, la contratación de productos financieros y la programación de viajes.

¿Y la vida de las empresas?

Aquellas que sean capaces de adaptarse y den mejores servicios con menores costes y productos más personalizados van a ganar cuotas de mercado nacionales e internacionales. Cambia también la organización de las empresas, la forma en que separan y controlan los procesos de producción. En tiempo real se sabe cómo ajustar la producción, lo que implica más eficiencia. Está cambiando también la cultura de la gestión de los recursos humanos.

¿Cobrar impuestos por los robots será una de las soluciones a la pérdida de empleos que provocarán?

No. No está claro que en el agregado neto la digitalización esté destruyendo empleo.Destruye unos y genera otros. No se puede penalizar con impuestos algo que produce riqueza y una mejora del nivel de vida. Además, no es fácil cuantificar cuánto empleo destruyen las máquinas que en efecto lo hacen. Las nuevas tecnologías sustituyen o mejoran tareas productivas. ¿Tiene sentido poner un impuesto al ordenador con el que usted escribe este artículo? ¿Cómo se cuantifica el efecto de un robot que barre el suelo de casa o automatiza cualquier tarea? Si lo hubiéramos hecho en el pasado habríamos renunciado al progreso. Bajo ese principio no se hubiera desarrollado la imprenta, porque eliminaba a los amanuenses. Al intensificar la producción, democratizas los libros y generas más riqueza y otros empleos. Haber puesto un impuesto a las tuneladoras que permitían superar una montaña para hacer una carretera en lugar de construirla con pico y pala,dinamita y muchos trabajadores habría sido ineficiente. La digitalización permite suprimir las tareas más penosas para la humanidad. La automatización está especialmente indicada para las tareas más rutinarias que puedes codificar mediante un algoritmo. Todo lo que sea mejorar la calidad del trabajo bienvenido sea. Los impuestos a los robots pueden suponer un coste a la innovación que puede llevar a renunciar a avances que al final redundan en el bienestar individual y social.

Los expertos piden el aumento en la edad de jubilación a pesar de que aún no hemos llegado al tope fijado en la última reforma, es decir, los 67 años. Mientras, las empresas no cesan de despedir o desprenderse de los veteranos, aunque no hayan llegado a los 60, para reducir salarios. ¿Cómo compaginamos eso?

Es uno de los retos que tenemos. Nuestra esperanza de vida aumenta y parece natural que aumente la edad de jubilación. Las empresas y el sistema productivo tienen que lograr que esos trabajadores sigan siendo atractivos. Eso pasa por que empresas y trabajadores lleven a cabo un proceso de formación continua. Hay que aumentar el nivel de capacitación del capital humano a la par que llegan las nuevas tecnologías.

Si el problema es el sueldo y no la persona ¿qué hacemos?

El sueldo será un problema si la persona no es lo suficientemente productiva. Cuando se inventó la imprenta se perdieron empleos de amanuenses, pero luego hizo falta personas que supieran arreglar las máquinas.

BBVA sitúa el fin de la desaceleración en 2021. ¿Vamos a tener que penar mucho hasta entonces?

Lo que estamos viendo es que la economía española crece a velocidad de crucero desde el segundo trimestre de 2019. Cuatro décimas trimestrales. Un 1,6 % anual. Esperamos una mejora de la evolución económica en Europa y eso afectará en la misma proporción a España y esperamos llegar al 1,9 %. Esto está condicionado a que no se materialicen los riesgos globales como las negociaciones comerciales entre EE UU y China o que no haya una escalada entre Estados Unidos e Irán. También depende de la política económica de nuestro gobierno.

¿Qué efectos puede tener la derogación de la reforma laboral

No sabemos si se va a derogar o no y qué aspectos. No podemos especular. Lo que sí podemos decir es que los cambios laborales desde 2010 han permitido contener la reducción de empleo en la crisis y una recuperación más intensa.

BBVA Research calcula que la subida del SMI provocó la pérdida de 45.000 empleos. ¿Algún efecto positivo han advertido?

El efecto positivo más obvio es que más de 1,3 millones de trabajadores han visto cómo su salario ha aumentado. Muchos mejoran algo y a cambio unos pocos pierden su empleo. El efecto prácticamente se viene a compensar. Solo marginalmente es positivo.