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Opinión | Consumo luego existo

Pájaro en mano

Que el refranero español sea uno de los más ricos del planeta tal vez tenga algo que ver con la consolidación imperturbable de lecciones o formas de ser, que pasan de generación en generación, estáticas ante el vértigo de las olas del progreso

Que el refranero español sea uno de los más ricos del planeta tal vez tenga algo que ver con la consolidación imperturbable de lecciones o formas de ser, que pasan de generación en generación, estáticas ante el vértigo de las olas del progreso. Si hoy resucitara alguno de nuestros tatarabuelos, a buen seguro la comunicación sería posible entre nosotros, aún siglo mediante, con la base de esas expresiones manidas que caben en boca de cualquiera. Esta «sabiduría» popular española perpetúa entre otros pensamientos como el rechazo al cambio, la apuesta por lo seguro, el miedo al abismo, la buena vida. Pensares que aún hoy siguen teniendo cabida y mueven individuos, entes públicos y corporaciones, pese a que nos tambaleamos en tiempos donde el dinamismo tecnológico trata de tender la mano a la sociedad. Semanas como esta son el claro ejemplo de cómo precisamente este factor tecnológico ha partido en dos a la sociedad: los que lo viven y confían en sus palabras, y los que se niegan a entenderlo y aceptarlo.

Tal vez algo de esto explique el adiós a la sociedad española de un servicio de esta era como Google News, o el permanente portazo a sistemas como Uber, que de nuevo ha visto frenadas en los juzgados sus ansias de ofrecer un servicio ya existente pero en otras condiciones al consumidor. En el primer caso, ha sido la multinacional de Silicon Valley quien ha optado por desaparecer antes de la entrada en vigor de una legislación española discutible, que obliga a las empresas editoriales que indexa el buscador de noticias a recibir un pago irrenunciable, aún sin cifrar, y difícil de comprender mirando con un prisma digital llano al proceso: el usuario encuentra noticias de medios -desde poco a muy conocidos- tras una búsqueda en este servicio de Google, clica en ellas, y el medio recibe visitas. Los medios cobran por los anuncios que incluyen en sus portales, y cuantas más visitas, más posibilidades de cobrarlos mejor y en mayor rotación. Google, que sí saca tajada -y se aprovecha de las trampas fiscales- de muchos de sus servicios, no tiene ganancia directa de este servicio. Así que, en la práctica, esta nueva realidad sin el servicio de prensa del buscador será igual para Google pero peor para el navegante, que tendrá más dificultades para encontrar más variedad que la de las direcciones web de la prensa que ya conoce, y peor también para los medios sea cual sea su tamaño, pues perderán las visitas que antes les generaba su servicio. Una ley a todas luces movida por grandes corporaciones, tan amantes de lo tradicional como temerosas a la pérdida de control.

Lo de Uber de esta semana es la culminación -provisional- de algo que viene de lejos y que desde luego tiene sus aristas, sus pros y contras, sus opiniones encontradas. Que cualquiera pueda convertirse en taxista es difícilmente comprensible. Que el taxi no se haya adecuado al cambio tecnológico, también lo es. Pero que ambas opciones pueden convivir teniendo sus públicos y captando necesidades diferentes, desde luego no debería ser imposible a tenor de la realidad ya existente en otros muchos países.

De nuevo se pierde en unos tribunales, antes en la calle y en protestas tanto cívicas como incívicas, la oportunidad de ser ejemplo de adaptación innovadora. De sentarse y hablar, discutir y conversar, tener la voluntad de llegar a acuerdos. De ser conscientes de la necesidad de moverse a la velocidad que la sociedad reclama, y de aprovechar las ventajas de lo nuevo que llega limando problemas y asperezas.

Este refranero parece que perpetúa pensamientos, al hilo de lobbies, y casi como un reflejo encontramos también una nula inversión en investigación. En la que, por cierto, la Comunidad Valenciana queda en un triste 1% de su PIB, muy por debajo de sus vecinos. Este mundo que se mueve rápido, qué pereza, deben pensar algunos. Para qué cambiar, si ya se sabe: más vale pájaro en mano?

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