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Comerciantes y hosteleros se asoman al abismo

Con locales vacíos y persianas a medio subir, el pequeño negocio sobrevive aletargado a una crisis cada vez más larga. Tras meses de penuria, lo peor puede estar por llegar.

Propietaria de una peluquería de Burjassot.

En Pesadilla antes de Navidad, el cuento fantástico escrito por Tim Burton y llevado al cine por Walt Disney, Jack, el protagonista, lucha por convencer a los habitantes de su deprimida aldea de que lo único importante para que suceda la Navidad es creer en ella. Ahora, miles de pequeños empresarios valencianos se están convirtiendo a la fuerza en réplicas de Jack, encomendados a la campaña estrella del año que llega en medio de una pandemia que ha vaciado las calles y los bolsillos y que tiene al comercio y la hostelería pendiendo de un hilo. Algunos ya se han quedado en el camino, pero la verdadera avalancha de cierres se teme para 2021, con el posible fin de los ERTE, de las exenciones a las cuotas de la SS y el inicio de la devolución de los créditos ICO. De momento, muchos sobreviven en una suerte de hibernación, limitando sus horarios de apertura, exprimiendo las ayudas aun vigentes y confiando en que la campaña navideña les devuelva la ilusión y los clientes perdidos. Incluso algunos han cerrado sus establecimientos y ‘trabajan’ desde casa a la espera del fin de las subvenciones.

La facturación interanual del comercio en la Comunitat Valenciana se ha reducido a la mitad, y pese a que el verano ha supuesto un ligero respiro para el sector, que ha mitigado los desplomes de los primeros meses de pandemia, la llegada del otoño y las malas perspectivas sanitarias vuelven a enturbiar un panorama que nunca llegó a despejarse por completo. A grandes rasgos, la radiografía depara una situación compartida entre los diferentes ámbitos comerciales y la hostelería, aunque la casuística es casi infinita. Peluquerías, bares, restaurantes, tiendas de moda, agencias de viaje...todos comparten la agonía de la incertidumbre pero reclaman diferentes medidas para salir del atolladero.

Desde Confecomerç, la principal organización empresarial del comercio, calculan que en torno a uno de cada tres comercios están en peligro de bajar la persiana y confirman que la Navidad será el período decisivo para la «salvación o el cierre definitivo» de muchos establecimientos. Abriendo el foco, solo en septiembre medio centenar de empresas valencianas entraron en concursos de acreedores y en lo que va de 2020 la autonomía se sitúa, con más de 400, solo por detrás de Cataluña y Madrid en número total de estos procesos en España.

Este panorama se produce todavía con el paracaídas de las ayudas del Estado abierto, aunque cada vez más replegado. Las negociaciones para alargar fórmulas como la de los ERTE se han ido complicando a medida que ha habido que negociar una nueva prórroga, y en la última, la cuarta, que los dilata hasta enero de 2021, el Gobierno y los agentes sociales limitaron las empresas que pueden acogerse a los mismos. Y la sensación es que ese ejercicio de cirugía irá a más en 2021.

El momento más temido llegará entre febrero y abril. En ese lapso pueden decaer los ERTE y las empresas enfrentarán los primeros vencimientos de los créditos ICO, de los cuales solo abonan intereses este año. Por eso, ambos sectores piden un «plan de choque» para reflotar el negocio de proximidad, que de lo contrario afrontará «cierres en cascada».

«Sobrevivo por la clientela»

Olegario Fayos. Tienda de moda

La pandemia ha completado la tormenta perfecta del textil, renqueante desde 2008 y con la amenaza de la venta online y del ‘low cost’ por medio. Abiertos desde 1940, ese bagaje de tres generaciones les permite contar con el salvavidas de la clientela fija.«Sobrevivimos gracias a ellos», reconoce agradecido Olegario, que tiene en ERTE a tres de sus nueve empleados y ha reducido horarios. Por delante queda la Navidad.Si falla esta campaña, «la perspectiva puede ponerse muy fea, la resistencia tiene un límite», advierte.

«Sin reservas no puedes hibernar»

Cristina y Bernardo. Rte. El Rall

El negocio de Cristina y Bernardo, que en diciembre cumple dos décadas, empleaba hace ocho meses a 20 personas. Hoy quedan cuatro, matrimonio incluido, y el resto está en ERTE. En pleno casco histórico, el cerrojazo al turismo también les afectó en plena expansión y ahora traspasan uno de los dos locales contiguos al suyo, que alquilaron con el tiempo. Preguntados sobre si hibernar es la solución pasajera, concluyen: «Para eso hay que tener reservas. Si lo haces sin el estómago lleno, luego no sales del agujero».

«Sin carencias no podré pagar»

Llorens Ferris. Rte. La Cigrona

El parón turístico por la covid ha truncado los planes de Llorens, cuya carga de trabajo está muy unida a los turoperadores que trabajan en la C. Valenciana. Alquiló un segundo local ante las buenas perspectivas de 2019 que ya ha tenido que abandonar, tras un descenso de ingresos que cifra en el 85 %. De sus once empleados, dos están en ERTE completo y cuatro al 50 %, y no vaticina un futuro mejor: «2021 va a ser igual para el turismo. Sin carencias no podré pagar los ICO y estaré abocado al cierre».

«Con alquiler ya habría cerrado»

Beatriz Martínez. Peluquería Toni

El abuelo de Beatriz abrió el negocio en 1962, gracias a lo cual hoy ella es propietaria y no carga con un alquiler. «Si lo tuviera ya habría cerrado», admite. El confinamiento echó por tierra la campaña de bodas y comuniones, y tras el furor de la reapertura sus ingresos han caído un 40 %. Como muchos, se aferra a la Navidad. «Si no nos juntamos, no nos arreglamos», lamenta. El sector reclama una rebaja del IVA al tipo reducido, tras ocho años fijado en el 21 %.

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