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OPINIÓN

Política y seguridad de los alimentos

Política y seguridad de los alimentos

El Comité de Gestión de Cítricos (CGC) lo denunció e hizo público el día 1 de febrero: Europa estaba sufriendo una auténtica ola de importaciones de cítricos turcos con problemas plaguicidas. Baste un dato: en enero se produjeron más alertas por excesos de pesticidas permitidos o por el recurso a sustancias activas prohibidas en la UE en naranjas, mandarinas o limones procedentes del citado país que en todo 2020 (57 frente a 54). Y lo de 2020 ya fue de récord, sin precedentes. Desde entonces la situación se ha asentado: acumulamos 90 rechazos de partidas de cítricos turcos por este motivo en menos de 82 días del presente año (hasta el 23 de marzo), esto es, a una media diaria de 1,1 alertas. No denunciamos un problema citrícola, que agrava la competencia desleal que ya se daba con nuestra oferta. hablamos de una amenaza para la «salud humana». La cuestión, gracias al interés demostrado por una eurodiputada española, Inmaculada Rodríguez Piñeiro, salpicó a la propia Comisión Europea (CE) que, en su respuesta a la parlamentaria reconoció que «sigue examinando» las medidas de control en frontera que ya aprobó en mayo de 2020. Fue entonces cuando Bruselas reaccionó a los 11 rechazos por excesos de pesticidas acumulados por los cítricos de Turquía en 2019 y a los 4 más que se registraron entre enero y abril de 2020. Lo hicieron con una medida inédita hasta el momento en naranjas y mandarinas e impusieron una inspección obligatoria del 10% de los lotes de este país, en el primer caso y del 5%, en el segundo. Podrían haberlo elevado hasta el 30/40 o incluso hasta el 50% pero con tan escaso porcentaje de control se ha destapado ‘la caja de Pandora’. Porque las escandalosas cifras de Turquía no pueden ser más que la punta del iceberg. Un bloque de hielo de inmensas dimensiones a la deriva que, reitero, amenaza con colisionar con el buque estandarte de las políticas europeas, que está claro que no es la agricultura, sino la seguridad alimentaria. . La pasividad de la CE sólo se puede entender atendiendo a otros intereses: la geopolítica. Turquía juega con las penurias de la crisis de refugiados desencadenada por la guerra en Siria. El régimen de Erdogan tiene la llave de la entrada a Europa de decenas de miles de migrantes sirios y africanos. Otra vez, los cítricos pagan las facturas de crisis geopolíticas. La guerra de Crimea nos cerró Rusia, los aranceles de Trump nos vetaron el acceso a EE UU. Ahora nos toca pagar en nuestro propio mercado, la UE, pero ya no hablamos sólo de intereses comerciales, la damnificada también es la seguridad alimentaria.

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