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Elecciones generales 10N

Rivera se convierte en la primera víctima del bloqueo político

El exlíder de Cs imaginó un futuro que solo creía él y que pasaba por superar al PP - Pagó cara su renuncia a influir en la gobernabilidad del país

Nada es para siempre, ni siquiera el liderazgo de un partido político aunque uno haya logrado seis meses antes los mejores resultados de la historia de la formación. Albert Rivera lo sabe bien. El dirigente catalán, que el viernes cumplirá 40 años, anunció ayer su retirada de la vida política después del irrebatible correctivo sufrido la noche del domingo por Ciudadanos, el partido que había pilotado durante los últimos trece años. Los naranjas fueron los grandes damnificados del 10N, perdiendo más de 2,5 millones de votos (quedándose en 1,63 millones, solo el 6,7 % del total) y dejándose en el camino 47 escaños (de los 57 de abril a los 10 actuales).

El dirigente, convertido así en la primera víctima del bloqueo político, se despidió arropado por su ejecutiva en un discurso repleto de arribas y de abajos, con poca autocrítica, mucho sentimiento y con el anhelo de que su adiós pudiera convertirse en un referente aspiracional para otros.

«Creo que en un proyecto colectivo los éxitos son de todos y los malos resultados son responsabilidad del líder. Por eso me marcho. Para mí ser diputado ha sido un orgullo y un honor, no una nómina», dijo Rivera, antes de añadir que «seguirá en la vida pública en algún lugar, en algún trabajo».

Cinco elecciones generales

elecciones generalesLa despedida de ayer fue la crónica de la muerte anunciada de un dirigente que, antes del domingo, se había presentado a las elecciones generales en cuatro ocasiones. De no conseguir representación en 2008 pasó a lograr su récord histórico el pasado 28 de abril, con el 15,85 % del respaldo del electorado, 4,1 millones de votos y 57 diputados.

Su máximo histórico quedó en nada después de que Pedro Sánchez, vencedor de los comicios, fracasara en su intento de formar gobierno, diera la legislatura por fallida y se lanzara a la repetición electoral. Instantes después de que se convocaran las elecciones, el pasado febrero, Rivera anunció que no pactaría con Sánchez ni con el PSOE. El exdirigente de Cs mantuvo esta línea, a pesar de las críticas internas. Quiso atraer a votantes socialistas aquejados de desafección con Sánchez y a electores que en el pasado hubieran votado al PP, al cual soñaba con superar en las urnas. La oposición soy yo, era su mensaje. Rivera estuvo a punto de conseguirlo en abril, pero aunque se quedó cerca de desplazar a Pablo Casado (a menos de un punto porcentual) fracasó en el intento.

Su posterior treta de rectificar y apoyar a Sánchez, solo de boquilla y poniendo condiciones que sabía que eran inasumibles, quedó limitado a un quiero y no puedo que terminó alejándolo del electorado que le había encumbrado seis mes antes.

Partido inútil

Rivera pagó cara su renuncia a influir en la gobernabilidad del país en beneficio de un futuro en el que sólo creía él y que pasaba por superar al PP. «Su apuesta se basaba en unas expectativas infundadas. Que un partido que puede gobernar e influir en las políticas de un país renuncie a ello por un hipotético beneficio futuro es muy insólito. Cs no ha satisfecho las expectativas y ha sido percibido como un partido inútil», explica Astrid Barrio, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Valencia.

Para Barrio, Rivera debería haber sopesado que en «un contexto de competencia nacionalista con la cuestión catalana muy candente, lo previsible es que se imponga el partido con una posición más firme y ese partido ha sido sin duda Vox».

Está por ver qué futuro le espera a Ciudadanos, un partido construido alrededor de su líder fundador que tiene difícil sobrevivir cuando esa figura desaparece. Si la elegida es Inés Arrimada pocos dudan de que representará más de lo mismo.

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