Han pasado diez años desde que en el segundo semestre de un lejano 2007 empezara la crisis económica -entonces se la llamaba «desaceleración»-. Una década en la que la sociedad española ha experimentado grandes y profundos cambios que se han reflejado en el panorama político con la ruptura del bipartidismo hegemónico a nivel nacional entre el PP y el PSOE -mantenido desde que los socialistas llegaran por primera vez al poder en 1982-, por la aparición de nuevas formaciones en la izquierda -Podemos-, y en el centro-derecha -Ciudadanos. Un nuevo escenario que no presenta aún signos de estabilización, según asegura el informe Monitor de estabilidad electoral elaborado por la consultora Llorente & Cuenca y que analiza la evolución del mapa electoral español entre 2008 y 2017.

Una de las principales conclusiones de este estudio es que el actual sistema multipartidista, caracterizado por cuatro partidos nacionales y fuerte presencia de partidos autonómicos «no puede considerarse como definitivo» y además, puede evolucionar en dos direcciones distintas. Así, se puede orientar hacia un «largo período de inestabilidad con Gobiernos débiles de centro-derecha», en los que el PP obtenga el apoyo de Ciudadanos, «mientras se mantenga o cronifique la pugna» en el campo contrario entre el PSOE y Podemos.

También puede orientarse hacia una situación de «pluralismo polarizado» como resultado de una «posición dominante del PP en el centro-derecha» y una «nueva hegemonía» de Podemos si la formación morada «logra imponerse en el centro-izquierda tras la larga y profunda crisis en el PSOE».

Evoluciones paralelas

Este estudio pormenorizado refleja la estrecha relación entre la situación política actual y la economía. Sirva como ejemplo la evolución de la valoración de la situación política y económica a partir de los diferentes barómetros que ha realizado el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) estos últimos años.

Así, tal como se ve en el gráfico superior izquierdo que acompaña estas líneas, cuando empezó la crisis en la segunda mitad de 2007, la confianza en la economía estaba en cinco puntos. Diez años después está en tres, dos puntos por debajo, aunque no siempre ha sido así. Entre febrero y marzo de 2013 tocó fondo, cuando llegó a 1,20 puntos, coincidiendo con la mayor tasa de paro de los últimos años (26,94 %). A partir de entonces comenzó una leve y sostenida recuperación.

En lo que se refiere a la valoración de la situación política, el punto más alto lo obtuvo en las elecciones generales de marzo de 2008 (4,70), iniciándose a partir de entonces una gran caída conforme los efectos de la crisis fueron haciéndose más graves. La situación tocó fondo entre diciembre de 2012 y noviembre de 2013, coincidiendo con meses de intensas protestas en la calle contra la política de recortes sociales y medidas de austeridad de la primera legislatura de Rajoy en la Moncloa.

Optimismo electoral

Los momentos de mayor optimismo han coincidido con citas electorales, como las que hubo en noviembre de 2011 y diciembre de 2015, aunque fueron seguidos de bruscas caídas. No obstante, el momento más bajo (1,40), se produjo entre septiembre y octubre de 2016, cuando fracasó la primera investidura de Rajoy y el PSOE implosionó con la dimisión forzada de Pedro Sánchez al frente del partido. Según el informe de Llorente &Cuenca, a día de hoy la valoración política se sitúa en 2,30 puntos, unos 2,40 por debajo de la de 2008.

De la comparativa de ambas variables, los autores del estudio concluyen que a un nivel económico «existe una percepción de recuperación parcial» mientras que a nivel político se está atravesando una fase de «crisis crónica» en la que la opinión pública ve la política más «como una fuente de problemas que de soluciones».

Cambios en los partidos

La comparación del período comprendido entre las elecciones de 2008 y las de 2016 muestra la gran transformación del sistema de partidos. Sirva como ejemplo que en los comicios de 2008 solo el 12 % del censo -4,5 millones de votantes-, optó por partidos diferentes al PSOE o al PP. Ocho años de crisis después, fueron casi 11 millones, el 31 % del censo, los que escogieron a otros partidos, configurando de esta manera el actual sistema pluripartidista.

La abstención también es un dato a tener en cuenta, y es que aunque el censo ha descendido en unos 500.000 electores entre 2008 y 2016, la absteción ha crecido en 1,2 millones de personas, pasando del 27 % al 31 %, lo cual indica que el descontento social no ha sido recogido en su totalidad por los nuevos partidos.

Si se mira con más detalle la situación de los partidos nacionales, resulta que ha sido el PSOE el que más ha sufrido las consecuencias de la crisis al perder en el período estudiado 5,9 millones de votos. Solo entre 2008 y 2011, durante la última etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, el PSOE se dejó 4,3 millones de votos. Desafortunadamente para los socialistas, la sangría no se ha detenido desde entonces, experimentando un «retroceso moderado pero constante».

Beneficio del bloqueo

En cuanto al PP, también ha sufrido un fuerte retroceso de 2,4 millones de votos, si bien entre 2011 y 2015, la primera legislatura de Rajoy, llegó a retroceder unos 3,7 millones de papeletas. No obstante, los datos de evolución electoral muestran también que entre las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016, en la etapa en la que el PSOE, liderado entonces por Pedro Sánchez, se enfrentó en dos ocasiones a sendas seciones de investidura fallidas, los populares salieron beneficiados de aquellos meses de bloqueo y desgaste y recuperaron 700.000 votos.

En cuanto a Podemos, la formación morada sentó su base electoral sobre el espacio ocupado por Izquierda Unida -900.000 votos en 2008- aunque logró incorporar antiguo voto socialista, nacionalista y de izquierda radical a partir de 2014. Una amalgama ideológica con la que logró la nada desdeñable cifra de 5,2 millones de votos en sus primeras elecciones generales en diciembre de 2015. Sin embargo, el papel jugado en los meses siguientes y posteriormente su alianza con IU no tuvo los resultados esperados al perder 200.000 votos en junio de 2016, 1 millón si se cuenta el voto de IU.

Por su parte Ciudadanos, que fagocitó a UPyD, aunó además el voto de la abstención conservadora y del sector más centrista de exvotantes socialistas para hacerse con 3,5 millones de votos en 2015, aunque bajó 370.000 en 2016.

Una etapa de transformación

La aparición de los nuevos partidos ha sido una de las grandes revoluciones de los últimos años en ambos polos ideológicos. En el espacio del centro-derecha, la abrupta caída del apoyo a Rajoy entre 2011 y 2015, que no fue recogida por UPyD, sí que fue aprovechada por Ciudadanos para dar el salto a la política nacional desde su base catalana. Aún más, según muestran los datos del CIS de intención de voto, la movilización electoral en la derecha y el centro-derecha es completa, entre otras cosas, por el temor a un avance de Podemos, que mantiene a este espacio electoral sin apenas abstención y con un movimiento de votantes «fluido pero limitado» entre el PP y Cs.

Sin embargo, es en el campo del centro-izquierda y de la izquierda donde los resultados son más sorprendentes. Así, el descenso del apoyo socialista desde 2008 acabó generando una bolsa de abstención cercana a los 3,5 millones de electores a principios de 2014, que en aquel momento fue absorbida por un emergente Podemos. No obstante, y a diferencia del centro-derecha, resurgió con fuerza una bolsa de indecisos de 2,5 millones de votantes en 2015. Votantes que abandonaron en su momento al PSOE y que posteriormente también se apearon del tren de Podemos.

Para los analistas de Llorente & Cuenca, esto significa que «las lealtades electorales que garantizaban la estabilidad política han desaparecido», especialmente en el campo del centro-izquierda e izquierda. En paralelo, el avance electoral de Podemos estaría facilitando la «completa movilización» del voto de derecha y centro-derecha. En esta situación se hace especialmente relevante esa bolsa de 2,5 millones de indecisos en el campo de la izquierda, pues un cambio de tendencia podría alterar de forma considerable el actual mapa electoral, ya que en términos de votos totales los porcentajes de apoyo de ambos polos ideológicos se mantienen prácticamente igual desde el inicio de la democracia.

Diferentes perfiles

La aparición de los nuevos partidos ha fragmentado los espacios y dividido los perfiles de los votantes de una forma más clara. Así, si se pone la lupa en el campo de la derecha y el centro-derecha, el informe destaca que el PP ha logrado mantener un apoyo sociológicamente más compacto en el que destaca el voto de personas mayores de 45 años, así como de las viejas clases medias y empresarios de ciudades intermedias y pequeñas. También destaca la fuerte presencia de católicos ideológicamente identificados como conservadores y democristianos.

Ciudadanos se lleva el apoyo de los menores de 45 años miembros de nuevas clases medias, residentes en grandes ciudades y áreas metropolitanas, con una adscripción ideológica más moderada -liberales progresistas, democristianos- identificados con el centro político.

Sin embargo, es de nuevo en la izquierda y el centro-izquierda donde las diferencias son más profundas. De esta manera, el PSOE mantiene el apoyo de sectores de una edad más elevada (más de 55 años), con una fuerte presencia de trabajadores cualificados y no cualificados, amas de casa y personas con ingresos medios y bajos. Se trata de segmentos de población con menos ingresos y en situación de mayor precariedad laboral, así como pensionistas y jubilados con una fuerte identificación ideológica con el socialismo y la socialdemocracia.

Podemos surge gracias al apoyo de los sectores y generaciones más directamente perjudicados por la crisis económica: menores de 35 y mayores de 45 años, con rentas personales bajas y estudios universitarios, habitantes de grandes ciudades y núcleos urbanos medios. Su faceta ideológica es la más amplia, pues entre ellos se encuentran desde socialistas, liberales de izquierda, progresistas, ecologistas, feministas o libertarios.

El concepto de Estado divide

Sin embargo, lo que más separa a los votantes socialistas respecto a los de Podemos es la percepción de España como Estado y su configuración territorial, un aspecto en el que los votantes socialistas están más cercanos al PP y Cs y los de Podemos, por su parte, a los planteamientos de formaciones nacionalistas aunque sin entrar en el independentismo.

La década entre 2007 y 2017 está marcada por la crisis, cuyos profundos efectos han acabado modelando un escenario político lejos aún de la estabilidad.