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Análisis

El mundo según Trump

La Casa Blanca impone sin tregua su visión de un mundo dominado por la rivalidad entre potencias

El mundo según Trump

El pasado 8 de mayo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumplió una de sus principales promesas de campaña y lanzó un torpedo a la línea de flotación del acuerdo nuclear con Irán logrado por su antecesor, Barack Obama en 2015. El anuncio de Trump, aunque esperado, cayó como un jarro de agua fría en las principales cancillerías europeas, así como en Rusia, China y, obviamente, en Irán. Sin tiempo apenas para digerir la noticia, el 14 de mayo, en el 70 aniversario de la fundación de Israel, EE UU abrió su nueva embajada en este país en Jerusalén, rompiendo un viejo consenso internacional. Sin embargo, el último puñetazo en la mesa del polémico dirigente estadounidense fue la cancelación por sorpresa el pasado 24 de mayo de su esperada cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong-Un, prevista para el 12 de junio en Singapur, un anuncio que hizo saltar todas las alarmas y que matizó al día siguiente. Ahora, dicha cumbre se prepara entre algodones. Y la imposición efectiva de aranceles a la Unión Europea, México, Canadá y China amenaza con desatar una guerra comercial a escala planetaria: EE UU contra todos.

A fuerza de tuits incendiarios, de afirmaciones grandilocuentes y posteriores rectificaciones, Trump, camino de alcanzar el ecuador de su legislatura, no ha parado de dar muestras de una acción exterior tan pensada en clave interna como potencialmente desestabilizadora. Todo mientras la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la presunta injerencia rusa en la campaña de 2016 se centra en sus negocios y alarga la sombra de un posible impeachment a las puertas de las elecciones legislativas de noviembre, en las que el Partido Republicano se juega su actual mayoría en el Congresoy en el Senado.

En su primer año y medio en la Casa Blanca Trump ha entrado en el campo de las relaciones internacionales como elefante en cacharrería, aunque lejos de la improvisación que se le atribuye, cada nueva decisión plasma que su lema «America First» pretende ser un legado político cimentado sobre la demolición de todo aquello que encarnó Obama, como el multilateralismo. Así, de forma unilateral ha sacado a EE UU del acuerdo nuclear con Irán, del acuerdo de París del Cambio Climático, del Tratado de Comercio Transpacífico, de la Unesco, renegocia un nuevo acuerdo de libre comercio con Canadá y México, ha reconocido a Jerusalén como capital de Israel y ha lanzado su guerra comercial.

Alejamiento de Europa

«Cuando observamos las últimas decisiones del presidente, alguien podría preguntarse: con amigos así, ¿quién quiere enemigos?», dijo el pasado 16 de mayo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en un comunicado previo a la cumbre de la UE celebrada en Sofía. «Europa debe hacer todo lo que esté en sus manos para proteger los lazos transatlánticos», aunque a la vez ha de «preparar los escenarios en que tenga que actuar sola», añadió. El inusual duro tono del dirigente europeo sobre el presidente estadounidense ilustra la cada vez mayor lejanía entre los viejos socios transatlánticos.

La ruptura del acuerdo nuclear con Irán y la imposicióm de aranceles comerciales es vista desde el Viejo Continente como poco menos que una afrenta. Solo dos días después de la ruptura del acuerdo con Irán, el presidente francés, Emmanuel Macron, tras recibir el premio Carlomagno, y ante la canciller alemana Angela Merkel, apostó por un «fuerte multilateralismo» en el que Europa pueda «decidir por sí misma» con una política de seguridad común. «Estamos ante grandes amenazas y no podemos dejar que otros decidan por nosotros», proclamó.

Merkel, por su parte, insistió en que Europa «ya no puede esperar a que EE UU la proteja» de los conflictos mundiales, la mayoría de los cuales tienen lugar «a las puertas» del viejo continente.

Los cambios del panorama geopolítico, desde Trump y el brexit al terrorismo o el tráfico de personas en el Mediterráneo, pasando por la inestabilidad en Oriente Próximo y la futura relación del bloque comunitario con Rusia y China, han vuelto a poner en el punto de mira la necesidad de reforzar la política de seguridad y defensa común de la UE. En este sentido se enmarcan iniciativas como la Cooperación Estructurada Permanente (Pesco), en la que participa España junto a otros 24 países. Además, la presión de Trump para que los aliados de la OTAN lleguen al 2 % del PIB en inversión militar en 2024 está llevando a un rearme en la Alianza Atlántica.

Rivalidad estratégica

A comienzos de año, el secretario de Defensa de EE UU, James Mattis, presentó la Nueva Estrategia de Defensa Nacional de su país. Un documento que supone una enmienda a la totalidad de los principios estratégicos seguidos por la Administración Obama, que apostaba por el multilateralismo. De hecho, se trata de la traslación al campo de la geopolítica del lema nacionalista «America first» que Trump enarboló durante su campaña electoral.

Así, según el documento, ya no es el terrorismo la principal amenaza para EE UU, sino la «competencia estratégica» entre potencias, en concreto Rusia y China. Para asegurar la primacía de EE UU frente a estos poderes «revisionistas», Trump está al mando del poder militar más impresionante de la historia, con presencia en más de 100 países.

A juicio de Manuel J. Gazapo Lapayese, director del observatorio Internacional de Seguridad, «lo que destaca en Trump es su recuperación del discurso belicista de George W. Bush», pero con un matiz. El texto deja meridianamente clara la preocupación por la modernización militar de Moscú y Pekín y apunta al camino para mantener la «ventaja estratégica»: un aumento masivo del gasto militar, de casi 700.000 millones de dólares en 2018.

El riesgo de carrera armamentística avanza mientras en la escena internacional se asientan los discursos nacionalistas y crece la desconfianza entre los países. Este progresivo rearme a nivel mundial ya tiene cifras de venta de armas en 2017 no vistas desde el final de la Guerra Fría. Un comercio multimillonario que lidera EE UU, con un 34 % de la cuota de mercado entre 2013- 2017. «La idea de la competencia estratégica es una declaración de intenciones que advierte que nos vamos a ver sumergidos en un escenario hostil que ya se da por hecho en la Casa Blanca», advierte Lapayese.

Negociador agresivo

La diplomacia de Trump ha desconcertado al mundo. Su uso descarado de un lenguaje políticamente incorrecto en Twitter despierta recelos pero al mismo tiempo le acerca a la base electoral que le aupó al poder y que no espera otra cosa de él que hacer «América grande de nuevo». Trump encaja así en un perfil de negociador agresivo, aquel que antes de empezar a hablar desestabiliza a su contrincante con actitudes intimidantes.

En su libro El arte de la negociación, de 1987, Trump explica que él no contrata asesores o consultores, sino que prefiere confiar en su intuición para lograr el mejor acuerdo. Si el razonamiento puede tener su lógica en el mundo empresarial, está por ver su impacto en la arena internacional en un contexto de tensiones en aumento.

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