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Análisis

La incierta batalla de Barcelona

Los comunes de Ada Colau y los republicanos de Ernest Maragall llegan en cabeza y muy ajustados a la jornada de votación

La incierta batalla de Barcelona

De alguna forma, hay dos Cataluñas. Partidas por la mitad, casi. Y no por el procés, precisamente. Una es Barcelona y su área metropolitana, que, con 3, 2 millones de habitantes, aglutina cerca del 43 % de la población de la autonomía. La otra es el resto. Todo lo demás. Nadie discute la preeminencia barcelonesa en el oasis catalán. Solo Madrid disfruta de tal predominio. En la Comunitat Valenciana, Andalucía, País Vasco, Galicia? siempre hay una ciudad que disputa o trata de disputar el liderazgo a la capital autonómica.

En Cataluña, no. De ahí tal vez que el Barça sea una especie de selección nacional catalana.

Durante la mayor parte de la etapa democrática, Barcelona y las denominadas poblaciones del cinturón rojo, en donde se instalaron tantos y tantos andaluces, gallegos, murcianos o extremeños al calor del auge económico, fue territorio de dominio socialista. Sucedía aquello de que la capital y su área de influencia se decantaban por el PSC-PSOE en municipales y generales mientras en la autonómicas, por una menor participación y el dopaje electoral de las menos pobladas Girona y Lleida, ganaba CiU con Pujol.

El monocultivo terminó en 2011, con la crisis, la sentencia sobre el Estatut y el paso adelante de los nacionalistas hacia el separatismo, cuando la CiU de Xavier Trias se aupó a la alcaldía barcelonesa.

Cuatro años más tarde, impulsada por los rescoldos del 15-M y el movimiento antidesahucios, Ada Colau, aliada de Podemos, arrebató el cargo a Trias. Han sido estos últimos, los años en que el procés ha descarrilado, como se ve estos días en el Tribunal Supremo, donde se juzgan los sucesos que condujeron a la declaración unilateral de independencia. En este período, los separatistas no han logrado que el ayuntamiento de su capital, sin duda el más emblemático, haya caído de su bando.

Entre dos aguas

Colau, ella misma condicionada por las dos almas de Barcelona en Comú -una más de izquierda internacionalista y otra de izquierda nacionalista- ha tenido que navegar entre dos aguas, sin que el consistorio de decantara de forma clara por uno u otro bando.

Por todo lo expuesto, Barcelona es ahora clave, principalmente por la clave independentista, que parece que es la única que en estos momentos importa en Cataluña. Si las encuestas, incluida la del CIS, no fallan, la batalla por la alcaldía tiene dos contendientes claros y con un margen muy estrecho entre ellos, lo que implica que la campaña electoral puede decantar el triunfo hacia uno u otro lado. Por una parte está la actual primera edil, Ada Colau, que tiene once concejales y se quedaría en 10 u 11, según el CIS. Por la otra, por Esquerra Republicana, de Ernest Maragall, un antiguo socialista del bando más catalanista que aspira a que haya dos descendientes del célebre poeta en el ayuntamiento barcelonés, tras la etapa de su hermano Pasqual. Esta formación subiría de 5 a entre 9 y 11

Con el PP sumido en la irrelevancia (tendría de dos a tres concejales y ahora tiene 3), Vox desaparecido en combate por aquellos lares (sin representación), Ciudadanos estancado (de 5 a entre 5 y 6) pese al aire más transversal y moderado que le aporta su candidato, el ex primer ministro francés socialista Manuel Valls ?barcelonés de nacimiento-, y los antiguos convergentes de Carles Puigdemont a la baja (de 10 a 5/7), el factor esencial es quien de los dos «caballos ganadores» cruzará la meta en primera posición. Y es que la tercera plaza, que están en remontada sobre todo tras la victoria de Pedro Sánchez el 28-A, correspondería a los socialistas del PSC, que suben de 4 a 6 o 7 ediles.

El escenario final es incierto, en especial de cara a los pactos. Sin el factor independentista de por medio, todo indica que no habría dudas. El ganador sería el alcalde y se apoyaría ?si, como parece, nadie saca más de una cabeza- en las otras formaciones de la izquierda, en una suerte de reedición del tripartito que lideró en la Generalitat, precisamente Pasqual Maragall.

Pero el procés lo contamina todo. Y los pactos en Madrid. Si Sánchez y la Unidas Podemos de Pablo Iglesias acuerdan un gobierno de coalición, lo normal es que Colau, de ganar, se apoyara en el PSC de Jaume Collboni y buscara el respaldo de los republicanos. ERC, ganadora en Cataluña de los comicios generales, da la impresión de encaminarse hacia el fin de la unilateralidad y buscar un período de calma para ampliar la base independentista. Esta opción, distinta del enfrentamiento a cara de perro que caracteriza a Puigdemont, podría llevarle a apoyarse ?si gana? también en los socialistas y en los comunes y abstenerse o respaldar a Sánchez en Madrid, pero el juicio por el 1-0 y la posterior sentencia, además de la presión de las asociaciones separatistas, podrían obligarle a girar hacia su derecha, es decir a Puigdemont, y reeditar, si los números lo permiten, el bloque soberanista que sigue gobernando la Generalitat. Con 41 concejales, el ayuntamiento de Barcelona tiene la mayoría en 21 ediles, aunque Colau, que encabezó la lista más votada en 2015, ha gobernado con 11, en especial tras romper su acuerdo con el PSC tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución en octubre de 2017. El bloque soberanista -si sumamos las dos plazas que obtendría la CUP (pierde uno)- se quedaría en 20 en el escenario mejor para ellos. Esquerra y los comunes sumarían 22. Sí les da. Por separado con los socialistas, llegarían cada uno a un máximo de 18. Si el resultado es incierto, aún lo parece más, al menos a estas alturas, el postpartido.

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