El 8 de octubre de 1982, en la atmósfera a 5-10 kilómetros de altura, se inició la formación de una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), a partir de una profunda onda que se aproximaba por el Atlántico. Dicho aislamiento se completó durante el día 19 sobre Gibraltar, desplazándose el día 20 al norte de Marruecos.

En conexión con ello, en el mar de Argelia se formó una borrasca en capas bajas, que canalizó una potente corriente de aire cálido y muy húmedo, procedente de las costas de Argelia oriental y de Túnez. Como consecuencia, en las primeras horas de la noche del 19 se inició la formación sobre el macizo del Caroig „en el centro de la cuenca del Júcar„ de un Complejo Convectivo de Mesoescala; es decir, de un gran sistema organizado de tormentas con un diámetro próximo a los 100 kilómetros. Desde que se disponía de imágenes de satélite, era la primera vez que en Europa se detectaba un complejo de este tipo. El sistema tormentoso se mantuvo casi estacionario sobre la zona durante más de medio día, hasta la tarde del día 20, expandiéndose lentamente hacia el oeste y noroeste hasta afectar al llano de Utiel e incluso a tierras manchegas, y hacia el sureste hasta alcanzar la Vall d´Albaida.

Las nubes de tormenta del sistema, debido al fuerte impulso ascensional, sobrepasaron bastante su altura habitual hasta alcanzar los 16 kilómetros. Se produjo en toda aquella zona un ascenso del aire cálido y húmedo que llegaba del Mediterráneo; su condensación masiva dio lugar durante todo aquel período a lluvias de intensidad torrencial, superiores a los 60 litros por metro cuadrado en una hora, en un área muy extensa, dando lugar a las consecuencias por todos conocidas.

A continuación del desastre, se inició la evaluación de aquellas lluvias extraordinarias. La primera dificultad fue tener medidas fiables del agua caída, ya que en este caso los pluviómetros dieron medidas exactas en la periferia del temporal, pero fueron de escasa utilidad en su núcleo. Los pluviómetros ordinarios tienen una capacidad máxima de 210 litros por metro cuadrado „o milímetros„, y sólo habrían podido ser útiles si el encargado hubiera estado haciendo medidas parciales en plena tormenta; en otros casos esto ha permitido conocer datos extremos, como sucedió en la Safor el 3 de noviembre de 1987, en que la dedicación de los responsables en el colegio Roís de Corella de Gandia, y en la Sociedad Agraria de Oliva, permitieron tener unas medidas exactas de 883 y 817 milímetros, respectivamente.

Pero en 1982 los pluviómetros eran escasos en la comarca del Caroig, muy poco poblada, y la misma violencia del temporal impuso aquel día otras prioridades o incluso derribó los instrumentos de medida. Llegó a destruir la casa o la parcela donde estaban situados, como sucedió en la Casa Honrubia, al oeste de Ayora, o en algunas situadas en las zonas inundadas de las Riberas. Con muy pocos datos, hubo que evaluar lo que había llovido en un territorio muy extenso. Con todo, sí que constan algunas medidas importantes efectuadas con pluviómetros ordinarios en los márgenes del núcleo del temporal; destacan al norte 200,1 litros en la Torre de Utiel, 301,4 en Millares y 457,5 en su central hidroeléctrica; al oeste, 381,8 medidos en Ayora y 360 en Teresa de Cofrentes; al este, 282,8 litros en Antella; y al sur, 564,9 milímetros en Enguera, 356 registrados en Xàtiva, o dos valores importantes en la Vall d´Albaida: 421 milímetros en l´Olleria, y 406,7 en la Pobla del Duc. A su lado, los 255 litros que en Alacant ocasionaron aquel día una de las mayores inundaciones de su historia parecen poca cosa.

El difícil cálculo de la lluvia caída

En aquella época no existían en la Comunitat ni los pluviómetros con registro y transmisión automática de datos, ni los radares meteorológicos; la meteorología española apenas empezaba a explotar las imágenes del Meteosat. Ahora existe en toda la cuenca una densa red de pluviómetros automáticos que transmiten datos cada cinco minutos. Pero en 1982, en todo el sector central del Júcar, no había más que un pluviógrafo mecánico que trazara la gráfica de la lluvia, situado en la Central Nuclear de Cofrentes; aquel 20 de octubre, la intensidad de la precipitación fue tanta, que la gráfica de los períodos torrenciales resultó una mancha de tinta sin detalles.

Como consecuencia de todo ello, deducir la lluvia caída en el sector máximo fue una tarea de investigación. Todo recipiente que hubiera recogido agua durante el temporal pasó a ser importante. Estas son algunas de las estimaciones más destacadas que se hicieron:

De entre los recipientes más adecuados estaba el pluviómetro situado en el Barranco Salado de Bicorp, en la Canal de Navarrés; era de tipo tropical, con capacidad para 632 milímetros; y esta cantidad fue la que midió el guarda forestal, Francisco García Palau, cuando pudo acceder allí, y es la mayor medición realizada de manera efectiva en aquel episodio, anotando que «aún se perdió agua en el medidor». Sabemos, pues, que llovió esto como mínimo, pero no cuánto se perdió; probablemente el total estuvo en torno a 750 milímetros.

Leopoldo Campoy, maestro de Jalance (Valle de Ayora), tuvo conocimiento de una medición de 725 milímetros en dicha población; tuvimos ocasión de comprobar y rectificar dicha medida, ya que el pluviómetro improvisado no tenía forma cilíndrica sino de tronco de cono, y la cantidad real de lluvia resultó ser de 546 litros por metro cuadrado.

En la Central Nuclear de Cofrentes, también en el Valle de Ayora, existía el mencionado pluviógrafo mecánico. Dado que en las fases intensas del temporal sólo se aprecian borrones de tinta, la deducción del total caído fue también una hipótesis, en base a un bidón destapado o al agua descargada por el aparato. La Comisaría de Aguas del Júcar hizo una primera evaluación, a la que siguió otra del Centro de Estudios Hidrográficos; se estimaron en 580 los litros caídos (con un margen entre 609 y 551). La lluvia fuerte había empezado allí a las 7 de la mañana del día 20, cuando en la Muela de Cortes llevaba mucho tiempo lloviendo torrencialmente y el embalse de Tous ya estaba camino de llenarse. Vemos que la cantidad estimada aquí es muy semejante a la de la localidad vecina de Jalance.

La medida más polémica es la de la Casa del Barón, en lo alto de la Muela de Cortes de Pallás. El diluvio derribó el pluviómetro durante la noche, y los guardas forestales „tras una madrugada en que estuvieron en peligro„ lo repusieron a las 9 de la mañana; a partir de ahí se anotó que se midieron, hasta que por la tarde dejó de llover, 529 milímetros. La duda es cuánto había llovido por la noche. La Comisaría de Aguas del Júcar aventuró para esta estación nada menos que 1.120 litros por metro cuadrado. Por tanto, la lluvia nocturna habría sido de 591 milímetros. Nos parece más realista una cifra total en torno a los 1.000 milímetros.

Lluvias torrenciales

Este dato, con ser extremo, no es insólito en nuestro entorno. Como se ha visto, apenas cinco años después se midieron con toda garantía valores de casi 900 milímetros en la Safor en poco más de 12 horas. En Xàbia, el 2 de octubre de 1957 „ dos semanas antes de la riada de Valencia„ se anotaron 878 milímetros en un día, aunque no hay seguridad de lo riguroso de la medida.

Pero en otros puntos del Mediterráneo occidental se han alcanzado totales en torno a los 1.000 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas en las últimas décadas: en la Cataluña francesa, en Provenza, en la zona de Génova, en Córcega o en Túnez. Parece ser que éste es el máximo a que tienden las lluvias más extremas en nuestro entorno en períodos entre las 12 y las 24 horas, siempre en otoño. Para estas duraciones es donde más se aproximan las lluvias valencianas, y las mediterráneas, a los récords mundiales, que son de 1.170 milímetros en 12 horas, y 1.825 en 24 horas; ambos récords se registraron en la isla de la Reunión, en el océano Índico, durante el paso de ciclones tropicales. Es la muestra de la extrema eficiencia que pueden alcanzar estos sistemas convectivos en nuestro otoño.

Otro rasgo tan destacable como estos datos máximos fue la gran extensión de la zona afectada por las lluvias extremas aquel día: 1.085 kilómetros cuadrados superaron los 500 litros por metro cuadrado. También, su enorme penetración hacia el interior; hoy en día sigue causando asombro la marca del nivel que alcanzó el agua en la central eléctrica del Molinar, ya en Castilla-la Mancha: unos 20 metros sobre el Júcar en un valle bastante amplio. La lluvia torrencial mediterránea alcanzó, precisamente en esta máxima expresión, comarcas a las que normalmente nunca llega. Aquel día rememoró las crónicas del Diario Mercantil de Valencia en noviembre de 1864, cuando describía la confluencia del Júcar y el Cabriel «como si se hubiera soltado un pantano o un brazo de mar».

En total, el temporal totalizó en la Comunitat Valenciana y zonas limítrofes cerca de 6.000 hectómetros cúbicos de lluvia, y fue sin duda el mayor del siglo XX hasta entonces en nuestras tierras. En los últimos días de dicho siglo, del 21 al 24 de octubre de 2000, otro temporal lo superó en lluvia total, con casi 7.000 hectómetros cúbicos; pero la lluvia menos concentrada y menos torrencial, y una gestión mucho más acertada, hicieron que los daños fueran mucho menores.