La rosaleda del patio, la campana con la que se llamaba a clase, la bola de hierro en el recreo, el foso que nunca se convirtió en piscina, el laboratorio del que salieron algunos productos de Danone, la barandilla por la que las más traviesas se deslizaban en lugar de bajar la escalera, las filas "perfectamente rectas" en el patio, la pista para la práctica de balontiro, el gimnasio que acogía la clase de educación física y las representaciones teatrales, el uniforme azul y otros tantos recuerdos se agolparon este sábado entre los muros del actual colegio Mare de Déu de l'Olivar II, antiguamente edificio principal del centro Venerable Madre Oviedo.

Las religiosas oblatas, que llevaban en Alaquàs desde 1880 en el convento y que regentaron durante casi 40 años un colegio, se marcharon de la población de l'Horta Sud en 1993, después de culminar un convenio urbanístico con el ayuntamiento, por el que gran parte de sus instalaciones pasaron a ser municipales (hoy albergan los principales servicios de carácter cultural y social) y una zona amplia se recalificó para construir viviendas, en lo que hoy es el actual Passatge Amadeo Aguilar Laborda. El edificio educativo pasó a la parroquia y se convirtió en el centro de secundaria Olivar, complementario del recinto de primaria que ya gestionaba el templo en el Camí Vell de Torrent.

Veintiséis años después de aquello, un grupo de exalumnas capitaneadas por Amparo Cervera, que consideran que "las monjas se marcharon por la puerta de atrás" sin haber tenido la oportunidad de agradecerles el legado que dejaron, organizó un encuentro multigeneracional al que acudieron, en los diferentes actos, más de 300 personas. Y hasta Alaquàs se desplazaron desde distintas casas y recursos que la orden de las oblatas tiene en España las religiosas María Luisa, Delia, Araceli y las dos hermanas Visitación. Compartieron la jornada junto a las maestras Mari Carmen, Sole, Encarna y Ana. La profesora torrentina Lola Pardo, fallecida hace pocos meses, estuvo presente en el recuerdo y recibió el mayor homenaje.

El programa comenzó con una misa cantada en el templo del Olivar a la que, además del párroco titular, Pedro San Clemente, se unió el sacerdote que más tiempo acompañó a las Oblatas, Vicent Cardona, llegado a Alaquàs a principios de los años 80 y al frente de esa comunidad casi 25 años. Antiguas alumnas participaron en lecturas y peticiones y, en la parte final, tomaron la palabra la primera niña que fue interna en el colegio, Trini Madero, y la hermana Araceli, que fue responsable de secretaría. La ceremonia acabó con una ofrenda de flores a la Virgen en la que se entonó la tradicional canción del Mes de María.

El acto central del encuentro tuvo lugar en el actual gimnasio, donde en otros tiempos estuvieron los laboratorios. Cervera abrió el turno de intervenciones junto al comité organizador y, a partir de ese momento, representantes de diferentes promociones y exalumnas que posteriormente han sido profesoras tomaron la palabra. En las intervenciones se puso de manifiesto que determinados elementos fueron comunes a todas las épocas pero también se evidenció cómo se había ido produciendo el cambio educativo.

Algunas exalumnas defendieron que determinadas técnicas de fichas y fieltro que se aplicaban en la época, hoy todavía se estudian como avanzadas en la Facultad de Magisterio. Otras destacaron cómo las ha ayudado en sus vidas posteriormente el fomento de la música y el teatro que se hacía en el colegio. "Actualmente se habla mucho en el ámbito educativo de las inteligencias múltiples. Pues a nosotras, desde muy pequeñas, nos las potenciaron. (...) El teatro y la música fueron un gran aprendizaje", manifestaron las representantes de una de las promociones. La "naturalidad" con la que las monjas transmitían a las alumnas que "no todas las mujeres" tenían la suerte de haber nacido en hogares más normalizados y explicaban su apostolado con mujeres excluídas (prostitutas y enfermas mentales, principalmente) también fue destacada. En general, se concluyó que todo aquel aprendizaje, más allá de las materias estrictamente lectivas, configuró generaciones de mujeres comprometidas e independientes.

Tras el encuentro y un pequeño recorrido por el colegio, un centenar de personas celebró una comida conjunta que acabó con un gran brindis. Todas las lecturas, intervenciones y deseos de futuro quedaron por escrito y, al acabar la jornada, fueron introducidos en un sobre en la urna que el Ayuntamiento tiene depositada en el Castell, con motivo del centenario de su protección. Irán a parar a la cápsula del tiempo donde se custodiarán decenas y decenas de aportaciones y documentos que se han introducido en la urna durante un año, con la intención de que se abra dentro de medio siglo.

El antiguo convento de los mínimos

Antonia María de Oviedo, nacida en Suiza y de padre asturiano, había sido institutriz de la casa real hasta que apostó por su vocación de ayuda a las mujeres excluidas y fundó una orden religiosa, en el último tercio del siglo XIX. En su búsqueda de lugares para expandir su obra, tuvo conocimiento de la existencia de un antiguo convento en Alaquàs deshabitado desde la desamortización (el de los mínimos, fundado a principios del siglo XVI por Jaume García de Aguilar, de forma paralela a la construcción del Castell) y lo adquirió en 1880. Entonces, las oblatas comenzaron una obra "de puertas para adentro" centrada en acoger en su internado a mujeres con enfermedades mentales y a tratar de sacar de la protitución a otras mujeres. En los años 60 del siglo XX fundaron un colegio para chicas (primeri filial de un instituto de València y después donde se estudiaba la EGB), posteriormente accedieron a un concierto del Estado y en la década de los 80 lo hicieron mixto.

Según explicó durante los actos la hermana Araceli, la crónica del convento recoge cómo se vivió en Alaquàs la gran epidemia del cólera, en torno a 1885, en la que fallecieron una religiosa y siete internas, y como las monjas acudían a auxiliar a las familias con enfermos. También elogió en su intervención "la ayuda humanitaria del pueblo valenciano" durante sus 140 años de presencia en este territorio "que hizo posible que miles de jóvenes reorientaran su vida". "Nosotras solas no hubiéramos podido", aseguró. Y recordó además cómo familias escondieron a las monjas en sus casas durante la guerra civil "tras el fusilamiento de tres hermanas en Burjassot en 1936". De aquella época, sobrevivió la hermana Segundita, que durante décadas atendió la portería del convento.

Las cinco religiosas que han participado en las celebraciones estuvieron en Alaquàs en diferentes épocas y algunas no llegaron a coincidir. En esta ocasión, llegaron el pasado viernes y asistieron a una cena privada con las profesoras de la época y una representación de la última asociación de madres y padres del centro. Se han estado hospedando en el convento de la Madre Josefa Campos, junto al Castell, ya que las doctrineras se ofrecieron a albergarlas a petición de las organizadoras.