La denuncia de unos padres de Mislata, que aseguran que su hijo se lanzó por el balcón de un cuarto piso por el acoso escolar que sufría en clase y que obligó a Educación a activar la Unidad de la Unidad de Atención e Intervención de València del Pla de Prevenció de la Violència i Promoció de la Convivència, no ha sorprendido a la Asociación Valenciana contra el Acoso Escolar.

El secretario general de Avalcae, Francisco Sorolla, recuerda que en España se producen entre 200 y 300 suicidios al año de niños y jóvenes, víctimas del acoso en las aulas. «Pero las autoridades ocultan estas cifras o las camuflan como accidentes domésticos, así que en ocasiones es complicado obtener datos exactos», indica. En este sentido, Sorolla también puntualiza que para que estos casos salgan a luz y trasciendan, los padres «deben ser valientes y hacerlo público, y de esta forma la gente se entera, toma conciencia y se aplican medidas para evitarlo y solucionarlo». Aunque el responsable de Avalcae también reconoce que hay padres que «prefieren ocultarlo por miedo o vergüenza». También la víctima es reacia a contar lo que sufre. «Les pueden llamar chivatos o cobardes y si a eso se unen problemas familiares o familias monoparentales con poco atención, el cóctel puede ser mortal en forma de suicidio», alerta.

El experto apuesta por un lado, por la «atención total» sobre la víctima del acoso, con «libros de autoayuda, tratamiento psicológico y psiquiátrico, y el cariño y la atención de los padres para no dejarles solos». Así, puntualiza en que en muchas ocasiones «el acoso no se detiene y parece que nadie les cree», advierte.

Francisco Sorolla cuestiona seriamente algunas medidas aplicadas por los departamentos educativos, como sentar a la víctima en la misma mesa de los supuestos agresores. «Es es una auténtica barbaridad. No se puede meter a los dos bandos en la misma área y decir: ale, haceros amigos», critica Sorolla. El responsable de Avalcae apuesta por aplicar medidas propias de la violencia machista en casos de acoso escolar. «Estamos hartos de que sea la víctima la que tenga que centrar todos los esfuerzos en atención. Hay que ayudarla, claro, pero darle tranquilidad, y centrarse con la misma implicación con los acosadores. Se trata de chicos y chicas con baja autoestima y frustración, y que por circustancias, proyectan ese cúmulo de odio en el más débil de la clase», advierte Sorolla. Desde la asociación, consideran «injusta» la medida de cambiar a la víctima de centro, pero a la vez creen que es «práctica» porque en unos meses «puede olvidar».