Durante el franquismo le colgaron el sambenito de la Pequeña Moscú a Museros, pueblo diminuto en el que da gusto vivir. Hoy en su escudo municipal conservan el yugo y las flechas, pero no se asustan, no son las de Falange. Remiten a los Reyes Católicos. En muchos balcones hay reposteros de san Roque, el patrón, que goza de gran predicamento en el lugar.

Hacía montón de años que no visitaba el pueblo. Ha cambiado bastante. Hacia las afueras, mirando a Massamagrell se ha extendido la parte nueva, intacto el casco viejo. Una mujer que me observando la parte nueva del pueblo, sin preguntarle nada me dice: "Tot aixó era horta".

Hay un inmenso parque, con pistas deportivas a la americana. Visto lo advenedizo, busco lo histórico. Impresionan las viejas Escuelas, de 1917, hoy Biblioteca y Hogar del Jubilado, con una escalera de hierro en un lateral, a lo norteamericano para evacuación, y el templo parroquial con su reloj de sol. Un templo que levantó la Orden de Malta. Desde la Reconquista el pueblo perteneció primero a la Orden de Santiago, luego a la de Calatrava y, finalmente a la Corona, en que se convirtió en Villa Real.

La Iglesia es el centro urbanístico de la población, su casco histórico es un gran oasis de silencio, al menos al mediodía cuando deambulo por sus calles. Un camión de reparto de refrescos estaciona junto al edificio de la Iglesia y me tiene tres cuartos de hora sin poder sacar la foto que busco. No se le ve al conductor mucha prisa.

En la fachada del templo, los de Museros hace tiempo que colgaron orgullosos una lápida que recuerda a un hijo ilustre del pueblo, Juan Bautista Muñoz Ferrandis, uno de los valencianos más destacados de la época de la Ilustración, siglo XVIII, hijo del lugar, Filósofo, Matemático, Arqueólogo, Cosmógrafo Mayor del Reino, a quien . Carlos III le nombró Cosmógrafo Mayor de Indias. Fundó el Archivo de Indias en Sevilla y emprendió por orden del rey una Historia de América con rigor para deshacer la leyenda negra que ingleses y franceses inventaron sobre la coloniación española.

Elaboró Muñoz Ferrandis un Informe sobre el origen de los cosmógrafos, siendo éste el primero de una larga serie de informes y escritos que hizo, entre ellos "La navegación del Mar del Sur" o " La empresa real de unir el océano Atlántico con el Pacífico por el istmo de Panamá", que constituyó uno de los primeros análisis serios para construir el Canal de Panamá, que calificó como cosa "hacedera y provechosa".

San Luís Bertrán fue prior del Convento de San Onofre, hoy Masía de San Onofre en su frondoso término municipal, hábitat digno de visitar. Tiene el pueblo en su historia otros hijos ilustres. Nació aquí Juan Ximénez, de la Orden de los Mínimos, impulsor de la beatificación de Gaspar Bono y del arzobispo Juan de Ribera. Más recientemente le dieron fama al pueblo los pilotaris: Francisco Ruiz Forner, Vicente Ruiz Sanfelix, Xato de Museros, y Joaquin Lizondo Vergara (Ferreret).

Teodoro Llorente gustaba de acudir en ocasiones en el pueblo, que le tiene dedicada calle. Y activo como siempre vive aquí el músico y compositor Francisco Alcover, quien hizo la machada de escribir la historia de las dos famosas bandas de música Lliria en mil folios, trabajo con el que se doctoró, y que el alcalde de LLiria, Manolo Civera estudia que lo edite el Ayuntamiento dentro de su ilustre colección de publicaciones.

Las calles del centro histórico, limpias y bien cuidadas, son resaltadas por el gran silencio, paz y serenidad, sosiego que se advierte en ellas. Tienen un encanto especial y hasta su anécdota curiosa: una casa se alza en medio de una calle terminada de urbanizar. Es una reliquia de la antigüedad que se resiste a desaparecer, anclada en el plan urbanístico imparable, cuya historia, que la debe de tener, no puedo parame a contar por ser estos renglones hechos a vuelapluma, de paso, invitatorios a dejar constancia de aquellos trazos más gruesos y generales, curiosos de un pueblo.

Pequeña, preciosa, tranquila, apetecible, reposada Museros, que ojala no pierda nunca ninguna de estas virtudes y valores, ni la destrocen los buscadores habitadores de pueblos dormitorios. Me voy en el trenet y no se me olvida la frase de la mujer adivina mi observación: "Tot aixó era horta". Encandila la tranquilidad, lo silencioso, lo bien cuidado que está el pueblo.