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Japón da la bienvenida a la nueva era imperial

Con la ascensión al trono de Naruhito el país del Sol Naciente encara una nueva etapa definida por el reto demográfico y económico

Japón da la bienvenida a la nueva era imperial

Historiador de formación y proclive a saltarse la tradición y el rígido protocolo imperial, el nuevo emperador de Japón, Naruhito, de 59 años, está a llamado a avanzar en la modernización de la monarquía reinante más antigua del mundo, así como a continuar el legado de su padre, Akihito, cuya histórica abdicación ayer dio inicio a la nueva era imperial llamada por el Gobierno nipón «Reiwa», o de la «bella harmonía».

Naruhito se convertirá hoy en el emperador nipón número 126 al ascender al Trono de Crisantemo tras la abdicación ayer de su padre. Un acontecimiento histórico pues es la primera vez en más de 200 años que los japoneses han visto cómo un emperador del país ha sido sucedido en vida.

Hijo del emperador Hirohito -el gobernante nipón durante la II Guerra Mundial-, Akihito estableció como una de sus prioridades alejar a la institución imperial del polémico legado militarista de su padre. Ayer, en su último discurso como soberano, dijo esperar que la era Reiwa que comienza sea «una época estable y fructífera. Rezo con todo mi corazón por la paz y la felicidad del pueblo en Japón y en todo el mundo», sostuvo en un solemne acto plagado de simbolismo y fiel a la tradición sintoísta en el palacio imperial de Tokio.

El pacifismo es un tema controvertido en Japón. Fue impuesto en la Constitución de 1947, cuando el país estaba bajo ocupación de EE UU. Pero ahora Japón vive un nuevo período de expansión y no es descartable que el nuevo emperador tenga algún roce con el primer ministro conservador, el nacionalista Shinzo Abe, que defiende desde hace años cambiar la Carta Magna y dotar al país de un verdadero Ejército. La emergencia de China y la cercanía de Corea del Norte justifican para el Ejecutivo esta apuesta, que en los últimos años se ha ejemplificado en un notable aumento del gasto militar.

Por otra parte, con la abdicación de Akihito los japoneses se despiden de la era imperial Heisei, que ha dominado su reinado, marcado por su discreción, la modernización del país y los desastres naturales, como el gran terremoto de Hanshin, que el 17 de enero de 1995 sacudió la ciudad de Kobe, dejando más de 6.400 muertos y 40.000 heridos o el gran tsunami de 2011, que causó más de 18.000 muertos en el noroeste del país, así como el desastre de la central nuclear de Fukushima.

La era Heisei también ha estado marcada por el desarrollo tecnológico y la explosión de la cultura pop nipona, ejemplificada por sus numerosas y vistosas tribus urbanas, su moda particular y la internacionalización de la cultura del manga y el anime.

En términos sociales, la era Heisei también se ha caracterizado por el surgimiento de una moda preocupante: la del Japón sin sexo o «sekkusu-banare», es decir «lejos del sexo». A lo largo de los últimos 30 años, el Imperio del Sol Naciente se ha visto golpeado por la caída en picado de los índices de natalidad y el envejecimiento de la población, y es que actualmente alrededor del 28 % de la población tiene más de 65 años y se calcula que para 2040 unos 39 millones de personas superarán esta edad.

Ultramodernidad y tradición

Precisamente este asunto, la baja natalidad y el escaso interés en el sexo de buena parte de la juventud, es uno de los que más preocupan. Expertos de la Universidad de Tokio descubrieron que la inexperiencia sexual va en aumento en el país asiático, con un porcentaje de mujeres de 18 a 39 años que nunca habían tenido relaciones sexuales que llegó al 24,6% en 2015, superior al 21,7% registrado en 1992 .

En el caso de los hombres, los jóvenes vírgenes y sin interés por el sexo tienen incluso su propio mote peyorativo. Se trata de los «soshokudanshi» (comedores de hierba pasivos), «otaku» (bichos raros antisociales) o «hikikomori» (personas que se encierran en casa de sus padres sin relacionarse con nadie). Una consecuencia de la adicción a los juegos de ordenador y a las redes sociales en una sociedad tensionada por su ultramodernidad tecnológica y el apego a las tradiciones y que vivió ayer como una fiesta la llegada al trono de su nuevo emperador.

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