Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Incertidumbre armamentística

El fin del acuerdo nuclear INF entre EE UU y Rusia, pilar de la seguridad europea, muestra el deterioro de la escena internacional

Incertidumbre armamentística

En 1947, recién terminada la II Guerra Mundial y con gran parte de Europa en ruinas, la junta directiva del Boletín de Científicos Atómicos de la Universidad de Chicago ideó el llamado «Reloj del Fin del Mundo», un aparato que se encarga de controlar cómo de cerca está el ser humano de la extinción y que se actualiza cada año revisando las principales amenazas que enfrenta la Humanidad. El pasado enero, ese reloj marcó las 23:58, es decir, a solo dos minutos del desastre debido al resurgimiento de las tensiones nucleares.

Los científicos apuntaron entonces que la hora elegida era un reflejo del deterioro de las relaciones entre las dos principales potencias atómicas del mundo, EE UU y Rusia, que están recuperando modos y dialéctica propia de la Guerra Fría. El último episodio ha sido el abandono definitivo el pasado 2 de agosto del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), que desde su firma en 1987 ha sido uno de los pilares de la arquitectura de seguridad en Europa al eliminar la producción y despliegue en el Viejo Continente de misiles balísticos y de crucero -ya fuesen con ojivas nucleares o convencionales- de corto y de medio alcance, es decir, con capacidad para llegar a objetivos situados entre 500 a 5.500 km, lo que los hacía especialmente letales.

Ahora, después de años de negociaciones frustradas, tanto Washington como Moscú han dado por muerto este acuerdo. En el centro de la polémica se encuentra un misil de crucero que pesa 1.700 kilos y mide ocho metros de largo: el Novator 9M729 (SSC-8, según la OTAN) y que, de acuerdo a EE UU, infringe el tratado al superar los 500 km de alcance, algo que Rusia niega.

El fin del INF, no obstante, ha despertado alarma ante el riesgo de que ahora ambas potencias, ya no sujetas a las limitaciones del tratado, se embarquen en una nueva carrera armamentística que volvería a situar a Europa en el centro de las tensiones. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha advertido en los últimos meses que «tenemos que estar pre­parados para un mundo sin tratado INF y con más misiles rusos». Un panorama nada halagüeño, como sostuvo el secretario general de la ONU, António Guterres, quien advirtió el mismo día del fin oficial del tratado que el planeta ha perdido «un freno de valor incalculable de la guerra nuclear». «Esto aumentará, no reducirá, la amenaza que suponen los misiles balísticos», dijo.

Y para confirmar sus temores, solo un día después, el 3 de agosto, el secretario de Defensa de EE UU, Mark Esper, mostró su interés en «desplegar» un sistema de misiles intermedios en el Pacífico «en meses», una medida que probablemente irritará a China, con quien EE UU ya está enfangado en una creciente guerra comercial.

Nuevas potencias nucleares

China, segunda potencia económica del mundo, considerada por la Casa Blanca «rival estratégico» de EE UU, no ha estado limitada por el INF y ha podido desarrollar un impresionante arsenal misilístico diseñado para alejar a la flota estadounidense de lo que considera su área de influencia natural, el mar de China, una de las rutas comerciales marítimas más importantes del mundo y escenario de constantes roces y exhibiciones de fuerza naval por parte de ambas potencias.

En su día, el éxito del INF dio lugar a una disminución histórica en las reservas nucleares a nivel mundial: EE UU y la URSS disponían de 70.000 misiles de medio y corto alcance en 1986. En 1991, con la caída de la URSS, ambas partes eliminaron 2.692 misiles: 1.846 Rusia y 846 EE UU. En la actualidad hay algo menos de 15.000 misiles con potencial para cargar ojivas nucleares. Ahora, Washington busca crear un nuevo acuerdo más amplio que incluya también al gigante asiático, aunque las relaciones entre EE UU y Pekín no pasan tampoco por su mejor momento.

El desmontaje del acuerdo INF tiene lugar, además, en un mundo muy diferente al de 1987, ya que otros países como Israel, India, Pakistán y Corea del Norte también se han unido al club nuclear y desarrollan sus propias armas.

La cuestión que planea ahora sobre el horizonte es que ya solo queda uno de los grandes tratados de control nuclear, el Start III sobre reducción del armamento estratégico, que también se encuentra con respiración asistida. Expira en el 2021 y visto el panorama internacional las perspectivas de su renovación son remotas. El desarme atómico logrado a finales del s. XX se tambalea y la incertidumbre se enseñorea del horizonte del s. XXI.

Compartir el artículo

stats