Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista

María Fernanda Espinosa: "La ONU es un elefante de paso lento, pero es irremplazable"

Presidenta saliente de la Asamblea General de la ONU.

María Fernanda Espinosa: "La ONU es un elefante de paso lento, pero es irremplazable"

Ha participado en negociaciones de paz, seguridad, defensa, desarme, igualdad, derechos humanos, biodiversidad, cambio climático, cooperación... Además de haber dirigido varios ministerios en Ecuador. Tras más de dos décadas de experiencia en labores de mediación, María Fernanda Espinosa (1964) ha pasado el último año en el órgano que mejor representa la diplomacia global, la Asamblea General de Naciones Unidas. 193 estados, cinco cumbres, más de 500 reuniones oficiales y 1.600 bilaterales concentradas en apenas una semana. Su relato es una defensa acérrima del diálogo y el multilateralismo. Precisamente en un momento en el que grandes potencias mundiales miran hacia dentro y se aíslan de su entorno, Espinosa no se da por vencida y enarbola el papel de la ONU, «un gran elefante» que en ocasiones se mueve con «paso lento» pero que considera «irremplazable».

Una Asamblea General de la ONU es uno de los eventos más complicados de gestionar. ¿Cómo es organizar una cumbre de tal envergadura?

Este año fue particularmente intenso porque por primera vez tuvimos cinco cumbres en cinco días sobre los más diversos temas y organizar cada uno de esos días es una gran coreografía. Fue muy importante pensar en esa semana como un paquete donde la narrativa, el mensaje, era que el rol de la ONU es irreemplazable y que el sistema multilateral tiene que fortalecerse porque no hay otra manera de resolver los problemas actuales si no es a través de la cooperación y el diálogo. Son los ingredientes básicos de la diplomacia, que es lo primero. Y lo segundo, un enorme reto de poner todas las piezas para las comparecencias de los presidentes, porque la presencia de jefes de Estado y Gobierno fue altísima, con más de 160.

Uno de los pilares fundamentales de la cumbre fue la lucha contra el cambio climático. Se buscaban compromisos tangibles y los hubo, pero ¿considera que fueron suficientes o faltó unanimidad al respecto?

Se dieron varios pasos importantes. Se negocian textos línea a línea y palabra por palabra. A veces son agónicas hasta que se llega a un acuerdo. Eso ocurre en la Convención de Cambio Climático y las conferencias de las partes. Es ahí donde se negocia de manera intergubernamental. Pero esta cumbre creo que tuvo mucho más oxígeno que eso, porque participó el sector privado, la Academia, la comunidad científica y las organizaciones no gubernamentales. Porque la lucha contra el cambio climático no solamente son los gobiernos, es la sociedad en su conjunto. Se abordó, además, el rol de las ciudades en combatir el cambio climático. Uno de los temas más críticos es la financiación: De dónde van a salir los miles de millones que se requieren para invertir en un proceso de reconversión tecnológica para lograr economías bajas en carbono. Y ahí se vio una gran coalición de empresas, de las más grandes, comprometiéndose. El rol de los jóvenes también fue muy potente en la cumbre. Siento que fue una inyección de oxígeno al proceso, que luego tiene que redundar en logros específicos y concretos. La acción climática tiene que ocurrir ahora, estamos tarde, estamos contra el tiempo.

Allí quedó patente la reticencia de Estados Unidos, China, India o Brasil al respecto. ¿Se puede afrontar este reto sin las superpotencias responsables de casi la mitad de la contaminación del planeta?

Podemos ver el vaso medio vacío o medio lleno. Yo tiendo a verlo medio lleno. Primero porque China ha tenido compromisos muy importantes para una reconversión de su matriz energética y está invirtiendo muchísimo en renovables, en planificación de ciudades. Dinámicas que van a ser beneficiosas en el largo plazo. Segundo, porque países como India, una de las potencias mundiales en energía solar, está haciendo también su parte. Y Rusia, que acaba de suscribir su adhesión al Acuerdo de París y tiene que comprometerse con las reducciones que están previstas en el pacto. En el caso de Estados Unidos es impresionante. Hay una coalición de más de 400 ciudades que se han juntado y que son ciudades que quieren comprometerse y cumplir el Acuerdo de París. Ventajosamente es un Estado federal y hay estados comprometidos. Y también un grupo de ya unas 400 ciudades lideradas por el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que están planificando una drástica reducción de su huella de carbono. Como digo, se puede también ver el vaso medio lleno. Especialmente en un plano más local. Hay que saber que la mayor parte de las emisiones vienen de las ciudades.

En la Asamblea se evidenció algunos de los mayores retos de la ONU, el aumento del proteccionismo. ¿El multilateralismo atraviesa un momento crítico?

Es lo mismo que cuando tienes una afectación en el corazón y necesitas un marcapasos. El marcapasos te lo pueden poner, puedes hacer ejercicio para fortalecerlo, pero no puedes vivir sin corazón, ¿no? Dejas de respirar. Eso pasa con el sistema multilateral, no tenemos un plan B. Hay detractores del multilateralismo, pero es un sistema irremplazable. Los problemas que tenemos no pueden ser resueltos por un país solamente. Por más poderoso que sea, por más que tenga el PIB más alto del mundo, por más que tenga muchas armas...no puede resolver solo los problemas. El terrorismo, el cambio climático, las crisis migratorias y de refugiados...no hay otra manera. Porque las sociedades compartimos bienes comunes que necesitan formas de administración colectiva. La atmósfera, los océanos, la biodiversidad, la paz y la seguridad son bienes comunes. No hay respuestas a esa falsa dicotomía de algunos líderes que dicen priorizar el bienestar de su gente al multilateralismo.

El caso de Bolsonaro y el Amazonas.

Exacto. Es una postura imposible.

Sin embargo, es la política que rige en muchos países. ¿Cómo se puede combatir?

La ONU son 193 países. Hay algunas excepciones, no lo niego. Pero incluso esos países son parte del sistema, que tiene que estar preparado para miembros que por una razón u otra, disienten. Tenemos que estar acostumbrados también a los disensos. No se puede hacer todo por unanimidad. Hay temas en los que unos países no acompañan, pero eso no puede paralizar el sistema.

El Brexit está cerca. Otro síntoma de repliegue frente al multilateralismo. ¿Qué consecuencias puede tener la retirada de Reino Unido de la UE?

Habrá que valorar en función de la forma definitiva que adopte el pacto. Pero incluso con un miembro menos, hay muchos estados que quieren ser parte de la UE y están en proceso de hacer lo necesario para poder ingresar. Todos los espacios que construyen agendas comunes, fortalecen la integración y establecen mínimos de convivencia son extremadamente potentes y necesarios. Y la UE, al menos desde una mirada de América Latina, es un interlocutor fundamental. Lo ha sido en la agenda de cambio climático, por ejemplo, pese a que hay países que no están de acuerdo, pero hay que lidiar con la diversidad de posiciones. La UE es una Naciones Unidas a pequeña escala.

En América Latina, Ecuador es ahora el principal foco de tensión. ¿Qué papel ha tenido la ONU en esta crisis?

Ha tenido un rol bastante activo desde el inicio, ofreciendo sus oficios para mediar en un proceso de diálogo y acercamiento entre partes. Ese es el proceso que está teniendo lugar ahora. Hubo un primer acuerdo que permitió derogar el decreto de incremento de los combustibles y un proceso para avanzar hacia nuevas negociaciones con las organizaciones indígenas y sindicatos. En Ecuador, la ONU está teniendo un rol de mediación, de puentes y de diálogo, que es importante.

Otro caso de repliegue lo vemos en Siria, con la retirada de EE UU que derivó en la ofensiva de Turquía. ¿La ONU baraja ir más allá de la mediación?

El conflicto de Siria, lamentablemente, involucra a otros actores que no son precisamente los sirios. En casos así, se requiere una decisión política seria. Es un tema de alta complejidad. La ONU ha estado participando en los procesos de diálogo y mediación desde el inicio. Es la única solución pensable. Ningún conflicto se resuelve por las armas ni la agresión.

Cuando un líder ignora las llamadas internacionales, como Erdogan en Siria, ¿echa de menos otras de herramientas con las que la ONU pueda combatir esta unilateralidad?

La responsabilidad principal en temas de paz y seguridad la tiene el Consejo de Seguridad. Yo he sido presidenta de la Asamblea General de la ONU, que es nuestro Parlamento. El tema sirio se trata en el Consejo de Seguridad.

La complejidad de organismos como el Consejo de Seguridad, cuando población civil sufre la violencia de una guerra, ¿perjudica la credibilidad de la ONU por la incapacidad de poner fin a estos conflictos?

La ONU mantiene operaciones de mantenimiento de la paz en 14 países. Estamos cerrando una operación exitosa en Liberia. En unos casos hay éxitos, en otros no tanto. La ONU tiene muchas deudas pendientes, pero resuelve más de lo que logramos entender o conocer porque tenemos un déficit de comunicación. La ONU da de comer a 90 millones de personas cada día. Muy poca gente sabe eso. Provee y ofrece protección humanitaria a 65 millones de refugiados diariamente. La mitad de las vacunas que reciben los niños de todo el mundo es provista por la ONU. Nuestro tendido humanitario es gigantesco y no hay quien reemplace ese trabajo. Transformamos la vida de la gente. Este año hemos aprobado 341 resoluciones. La ONU es un gran elefante operando. A veces con la misma forma y el mismo paso del elefante, pero es una organización que no tiene plan B. Hay que afinar, mejorar, optimizar, modernizar el sistema. Pero no hay nada que lo pueda reemplazar.

Clima, proteccionismo, aranceles, la crisis siria... Muchas crisis actuales implican a Estados Unidos, en concreto a Donald Trump. ¿Cree que su llegada a la Casa Blanca ha complicado el panorama internacional?

En el escenario de Naciones Unidas, y esto ya es algo más personal, siempre tuve una relación muy respetuosa con la misión de Estados Unidos. Muchas veces en desacuerdo, pero eso es parte de la democracia de Naciones Unidas y realmente yo me cuido de no valorar las posiciones que adoptan los países. Pero son parte del sistema y no siempre todos los países están de acuerdo. Y el rol de un presidente de la ONU es mediar, encontrar el mínimo común denominador, llegar a acuerdos. Uno de los grandes retos que tenemos es entender que el consenso no es unanimidad y que hay que dejar ese espacio para aquellos países que disienten. Más que un problema, Trump es un reto para la diplomacia.

¿Cómo se ve desde el exterior la crisis de Cataluña?

Este es un tema interno de España. Hasta el momento no he visto ningún pronunciamiento de la ONU al respecto.

Compartir el artículo

stats