Y tuve que salir al balcón y apoyarme en la barandilla a ver si el paso del aire frio del monte me ayudaba a salir de mi incomprensión. Mi amigo Andrés me había contado que tras pasar 14 años pagando una hipoteca y pasando dificultades para llegar a fin de mes, habían por fin conseguido pagar un pequeño adosado en una playa cercana a la ciudad de Valencia. Y allí, sonrientes y felices habían estado el penúltimo fin de semana, con la hipoteca pagada, disfrutando del premio de su largo esfuerzo de los ya dichos 14 años...al llegar el último fin de semana se encontró a 4 burlones y violentos okupas ocupando su trabajado nido. Éstos tras pasar felizmente 3 noches habían adquirido los mismos derechos que ellos tras trabajar 14 años. Llorando me lo contaba. No podía comprender cual era el mecanismo o principios jurídicos o legales que permitían aquella situación. La confusión entre los derechos y los abusos y delitos era clara y evidente. Lo que podía tener un sentido social, es decir, una corriente en búsqueda de una construcción justa de la agrupación de humanos como fuera el derecho al alojamiento se había convertido en un negocio, en una mafia, en abusos, en un descontrol sin objetivo ni sentido, ante lo que Andrés no podía hacer nada. Comenzaba a marearme cuando me planteaba que no hubiera ninguna figura legal, contemplada por el derecho jurídico, que no pudiese solucionar estas situaciones rápidamente. No veía ninguna injusticia ni abuso en que echaran a aquellos agresivos y violentos individuos que ocupan (leches con los "okupas) propiedades ajenas.