Ahora que ya hay un gran número de personas vacunadas, estoy contemplando un sinfín de escenas cotidianas transgrediendo la coherencia y la lógica, incluso antes de no tener que llevar la mascarilla en exteriores. Observo a propios y extraños sin guardar una distancia de seguridad correcta o usando mal la mascarilla. También he escuchado a algunas exclamando «¡he hecho casi de todo y mucho más y no me he contagiado!».

Me acuerdo entonces de aquel pececito alegre que nadaba por los mares del dibujo animado con una memoria corta y rápida, feliz con todo y angustiado cuando sufría un entretiempo pensando que se le había olvidado el motivo por el que había caído en el infortunio. Y es que una gran parte de la sociedad tiene memoria de pez y sigue su camino sin acordarse de la gran cantidad de muertos y enfermos que han quedado con secuelas crónicas por culpa de la covid-19, de la angustia de los meses de noviembre a febrero pasados. Se creen espectadores de una película que no va con ellos, personas que no quieren privarse de nada prescindible. Y el nivel cultural no tiene nada que ver, porque he contemplado desde médicos y personas pudientes hasta gente con escasos recursos culturales y sociales.

Las últimas noticias nos hablan de una gran cantidad de personas contagiadas en las fiestas de los viajes de fin de curso, alumnos y profesorado olvidando lo que hemos pasado recientemente. En definitiva, ahora podemos hacer más cosas, pero no perdamos el norte de la memoria y de la coherencia que el coronavirus con sus nuevos trajes aún está entre nosotros.