Vivir en una ciudad (Ros Casares) que forma parte de un polígono, que a su vez es parte de mi ciudad (Valencia), ya sería razón suficiente para dedicarle unas líneas. Pero si además cuentas que es un lugar que tiene fragancias que despiertan nostalgias de lugares exóticos (Ceylan), que alberga los dos rotativos más importantes y veteranos de nuestra Comunidad (Levante-EMV, Las Provincias), que coquetea con un pueblo (Chirivella), que lo envuelven barrios populares (Fuensanta, La Luz, San Isidro, Patraix), que también es un lugar que te puede alimentar, comunicar, almacenar, gestionar, construir, entrenar, distribuir, formar, asegurar, reciclar... y que está en continua renovación y modernización, te entran ganas de conocerlo. Yo lo conocí a principio de los años setenta, de la mano de mi padre, cuando era ajeno a la ciudad. Haber regresado para vivir hoy en Vara de Quart me reconcilia con mi juventud, con el trabajo; y me hace sentir que formo parte de un entorno vivo, productivo, amable y acogedor de Valencia. Algo impensable a mediados del siglo pasado, cuando ambos nacimos, sin vocación pero con mucha ilusión.