En la calle de mi infancia vivía una señora que falleció de una “enfermedad mala” -como si las hubiera buenas-. Se llamaba Amparo y yo creía que era mayor, así que el duelo en el vecindario me pareció que duró lo justo. La señora Amparo tenía 52 años, los mismos que hoy tengo yo, y vivió en voz baja su enfermedad, que es como se vivía el cáncer de mama no hace tantos años. 

Hoy recuerdo a mi vecina. Y a mi tía Paquita. Y a la madre de mi amiga. Y a mi amiga. Y a tantas otras mujeres que han sufrido y sufren esta “mala enfermedad”. 

El cáncer de mama es el más frecuente diagnosticado en España. Cada año se detectan casi 35.000 casos nuevos. 35.000 mujeres y 35.000 maneras distintas de afrontarlo. A todas ellas, el Estado les debe un sistema sanitario público sano; con medios técnicos y humanos a la altura. Porque es con más presupuestos destinados a investigación, prevención y buenos tratamientos como se lucha contra esta lotería genética. Lo demás es ruido y demagogia, y eso nunca curó nada. 

Yo, por mi parte, si tengo que apostar por un número, apuesto por el 85, que es el porcentaje de la tasa de supervivencia neta a los cinco años. El cien por cien es cuestión de dinero.