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La gran final

EEl Málaga fue el talismán de la campaña 2014-15 para el Llevant, el rival que permitió ahuyentar fantasmas y atisbar esperanza de salvación, sellada posteriormente con facilidad, dado el mediocre nivel que tuvo la Liga. Mendilibar había sido destituído en la jornada 8, tras la manita del Madrid, pero Alcaraz no fue el revulsivo que se pretendía. Ni de lejos: en los siguientes 13 encuentros, ya con el granadino en el banco, los granota encajaron 6 derrotas y solo sumaron 11 puntos (5 empates y 2 victorias). Con estos guarismos se llegó a la jornada 22. Visitaba Valencia el once albiceleste andaluz, el Llevant era colista con 16 puntos y, aun así, la grada seguía sin rendirse. Había una razón para ello: pese a los malos resultados, el juego había mejorado sustancialmente desde hacía tres semanas, cuando el Málaga llegó para disputar la vuelta de la Copa. Pocos levantinos confiaban en remontar el 2-0 de La Rosaleda y, en el Ciutat solo quedaron mil irreductibles tras el 0-2 de la primera parte. Entonces sucedió algo inesperado. Camarasa asumió los galones, se alió con Rubén, El Zhar y Barral y entre los cuatro se echaron a la espalda un equipo que estaba hecho jirones. Surgió el genio y la raza que, de serie, espolea a los futbolistas que se calzan el escudo granota. Se remontó el partido (3-2), se soñó con dar la vuelta a la eliminatoria y, sobretodo, se reconectó a la hinchada. Fue tres semanas después cuando, ya en Liga, el Llevant goleó a los malacitanos (4-1) para marcar un punto de inflexión y dar un golpe de autoridad: el Llevant no era carne de 2ª. Quedaba mucho que pelear. Hoy se juega una final como aquella.

Jornada 16: el Llevant es colista con 11 puntos y llega el Málaga, de nuevo. Es imposible no establecer paralelismos. El triunfo es, como entonces, imperativo. Una victoria permitiría asomar la cabeza desde el fondo del pozo, viajar al Calderón para estrenar 2016 con renovadas ilusiones y recibir al Rayo, para terminar la primera vuelta, con la opción de vencer y alcanzar, al menos, los 17 puntos, una cifra muy razonable que permitiría seguir porfiando por abandonar las últimas plazas y poder convertir el buen fútbol desplegado en puntos y resultados terapéuticos. Y confirmar las sensaciones que dejó el equipo tras el partidazo del Molinón.

La victoria es esencial y, sin embargo, no será fácil. El Llevant tiene la baja por sanción de dos jugadores clave en una frágil defensa: Toño y Feddal, pero se antoja que lo que de verdad volverá a ser crucial, será recuperar el idilio de los delanteros con el gol. En el último encuentro, ante el Athletic, Ghilas, sorprendentemente titular, desperdició hasta tres clarísimas ocasiones en los primeros compases. Y así es imposible. Los de Rubi continúan teniendo opciones en cada partido. Hoy es el día para reconciliarse con el gol. El gol y los puntos son fundamentales para seguir creyendo en el trabajo del míster de Vilassar y en la calidad de este equipo. Hoy es la gran final y solo vale vencer.

Horario impropio. Será con un horario impropio (miércoles laborable, a las 16 horas), como si Tebas hubiese firmado un cheque en blanco para consentir la mercantilización extrema de la Liga.

Los derechos televisivos son la piedra angular para la sostenibilidad de nuestro fútbol de élite, pero los estadios vacíos harán perder todo pedigrí en los países dispuestos a pagar por nuestro fútbol. Pan para hoy y hambre para mañana.

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