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Levante, una sola voz

La épica es un componente indispensable en la narrativa de todo club. Los hitos, las penurias, los mitos y las hazañas tienen nombre propio en el relato propio que todo hincha que se precie sabe recitar a la perfección.

Cuando uno se vincula a unos colores, también carga con las contradicciones propias del aspecto emocional que cataliza la pasión por el fútbol. Al fin y al cabo, ese es el combustible que impulsa este deporte sin fronteras hasta límites insospechados. El balón completa nuestra identidad. Sin él, seríamos otra cosa.

Durante meses el levantinismo ha sufrido una creciente división interna, alarmado por la evidente falta de rumbo, y atónito por una inexplicable gestión que, una vez más, ha aflorado las dificultades que tiene el club para desenvolverse cuando ya no impera el régimen de la economía de guerra.

La coalición que propició el éxito del ascenso ha saltado por los aires, a causa de una paupérrima racha de resultados, y una planificación de fichajes, cuanto menos, censurable. Muñiz ya es pasado en Orriols, y Tito ha consumido toda su credibilidad defendiendo lo indefendible, pero más aún, dilapidando los recursos económicos y el tiempo del que se disponía para anticiparse en un mercado -veraniego e invernal- en el que el Levante siempre ha ido a remolque, llegando casi siempre tarde, y mal.

La incorporación de Paco López al frente de la nave granota era la última bala para una dirigencia a la que se le habían agotado todas las cartas. Los deméritos eran tan evidentes, y tan propios, que escurrir el bulto simplemente no era una opción en este caso.

Inmersos en este clima de caos y desazón, el aficionado granota se ha aferrado a ese último halo de esperanza. Sin ruido interno, sin miedo, y sin complejos, todos los estamentos azulgrana abrazaron la llegada del nuevo técnico, y desde entonces, hasta hoy, los resultados han cosido heridas abiertas durante meses, posibilitando la creación de un frente común por el objetivo de la permanencia.

Como muestra de ello, basta con repasar las imágenes de la grada del Ciutat en el último choque frente a Las Palmas: repleta de banderas, animando hasta el último aliento, y con una sola voz. Es sin duda una de las mejores noticias en mucho tiempo, puesto que el levantinismo, tras un curso repleto de sinsabores, ha sabido reconciliarse consigo mismo.

Con este impulso, y la confianza que otorga trasladar toda la presión a los demás conjuntos implicados en la pelea por la salvación, se hace difícil no ver al Levante militando un año más en Primera División.

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