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Los cimientos del gran Llevant del futuro

Los cimientos del gran Llevant del futuro

El día que la justicia decidió que las acciones de Villarroel pasaran a una autocartera y posteriormente a la Fundació Cent Anys el levantinismo, que había visto tan cercano el abismo, tras un siglo de historia, comenzó a recuperar el pulso cardíaco. Pero nadie cejó en sus plegarias por la salvación del Llevant, con un pufo cercano a los 100 millones de euros. La verdad siempre por delante: el sueño húmedo de un club de propiedad horizontal en manos de los levantinos estaba en ese momento a años luz. Si los administradores concursales y el equipo de Quico Catalán conseguían salvar aquel presente devastador, ya habría tiempo de pensar en el futuro. La prioridad era escapar de la UCI.

Y sucedió. Gracias a todos ellos, y también a los granotes que no tiraron la toalla y a los que en el césped y en el banco escribieron la gesta del segle, con centenario y ascenso a Primera. Con el tiempo se enjugó la deuda progresivamente y llegó el momento de madurar el Llevant del futuro. Irrumpió la palabra mágica: democratización.

Ya lo he escrito en el pasado y lo repetiré tantas veces como sea menester: Quico es el principal artífice del mejor Llevant de la historia y tiene ante sí el apasionante reto de construir un club democrático que sea de todo el levantinismo; de cuantos más levantinos, mejor.

Parece que al fin se va a iniciar la venta de acciones para que la Fundació quede con un 51% y los pequeños accionistas con un 49%. Es de todos sabido que la mayoría de los patronos están en franca sintonía con Quico y el Consejo, pero a nadie escapan tampoco dos cuestiones decisivas: en primer lugar, las sensibilidades representadas garantizan la estabilidad y la fiscalización en un hipotético escenario de crisis; y en segundo, Quico ha querido que así fuese y delata de esta manera una actitud proclive a la democratización, esencial para armar un Llevant poderoso y robusto, capaz de hacer frente con garantías a situaciones como las que apenas hace una década lo dejaron al borde de la desaparición.

La voluntad de profundizar en este proceso abre tres vías, de las que dependerá su éxito: conseguir que se vendan 17.000 acciones a 200 euros para pequeños accionistas; erradicar la imagen de que la entidad está gobernada por una oligarquía y reabrirla al levantinismo; y, en esta línea, establecer mecanismos de transparencia, imprescindibles de cara a los retos del futuro (remodelación del estadio, ciudad deportiva de Natzaret) en los que se van a mover enormes capitales. El principal accionista del Llevant es una fundación pública; por tanto al club se le deben exigir el talante democrático y la transparencia exigible a cualquier otra institución pública.

Quico y su equipo se han ganado con creces la confianza y el respeto del levantinismo: su notable gestión puede quedar refrendada, en los próximos años, con la consolidación de los cimientos del gran Llevant del futuro: democratización y transparencia, propiedad horizontal, estadio y ciudad deportiva, fidelización de la masa social y consolidación en la élite.

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