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El talento sin carácter no sirve de nada

El talento sin carácter no sirve de nada f. calabuig/sd

Sí, hoy titulamos parafraseando aquel brillante eslogan de Pirelli (« la potencia sin control no sirve de nada»). López ha arengado al levantinismo para sumar fuerzas ante el trascendental duelo de hoy. Seguro que en el vestuario también ha machacado durante la semana que el talento sin carácter, sin intensidad, no sirve de nada. O algo parecido. Porque él sabe mejor que nadie que Orriols ovacionó a los suyos tras el 0-5 del Barça, pero que la actitud de Sevilla o del Camp Nou en Copa conduce al abismo.

Este club, como tantos otros, es insostenible en la élite sin guerreros que den el 110% en cada lance. Ese tanto por cien es innegociable. En esta plantilla hay mucho talento, pero sólo eso, sin intensidad, es bien poca cosa. Ni siquiera los grandes trasatlánticos se pueden permitir la indolencia: que le pregunten a Isco o Marcelo, por ejemplo.

El Llevant tiene una plantilla joven, con talento y futuro, si crece en carácter. Ahí sigue estando el gran reto de López, como cuando llegó: en convencer a sus hombres de que intensos son mejores. Hoy, sin ir más lejos, sólo se sumará de tres si se mete el pie con más convicción que el rival en cada balón dividido.

Los grandes clubes europeos suspiran por un buen mediocentro defensivo y sobre todo por un gran central. Son posiciones difíciles de cubrir para el Llevant y para cualquiera. Y muy cotizadas. Por eso nos pagaron 30 millones por Lerma. Diríase, escuchando sus comentarios, que había levantino que esperaba que Godín viniese a Orriols y que se llevó un chasco cuando vio a Vezo, que sin embargo va a mejorar nuestra defensa.

Los directores deportivos solventes también se cotizan al alza. Y Tito lo es. Su gestión hasta la fecha le avala, aunque haya quien cargue en su debe los errores y en el haber de Del Pozo o Helguera los aciertos. También los clubs poderosos suman éxitos y fracasos, pero el balance de la gestión de Tito, incluída su apuesta por Paco López, es más que notable.

La indiscreción que emana de Orriols es nefasta. Hay que detectar y taponar la fuga de información: un buen fichaje exige discreción, aunque ello complique la vida a mis queridos colegas periodistas.

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