Los jugadores del Real Zaragoza, con camisetas en las que podía leerse «¡Fuerza, Rapha!», tuvieron ayer muy presente a Raphael Dwamena. Tal y como habían prometido le dedicaron su victoria en Soria. El ghanés, sin embargo, se encuentra al borde de la retirada definitiva del fútbol. Aunque el gesto es de agradecer, lo cierto es que en el partido que tiene ahora por delante se juega nada más y nada menos que la vida. Y es que, muy por encima de cualquier otra consideración, la afección cardíaca que, al menos de momento, lo tiene apartado temporalmente de los terrenos de juego, es de un riesgo extremo.

Los especialistas que lo han tratado durante la última semana no dejan apenas margen a la esperanza y recomiendan que abandone el deporte profesional. Su corazón, monitorizado desde septiembre de 2017 como requisito indispensable para que volviese a jugar con el Zúrich, no tiene cura posible para competir al máximo nivel. «No hay nada que hacer», dicen fuentes próximas. El pasado jueves, un día después del demoledor diagnóstico, estuvo en el Ciutat, cara a cara, con Quico Catalán. Roto por dentro, el ariete rompió a llorar.

Pese a que apenas se ven resquicios para evitarlo, Dwamena se resiste a tirar la toalla. Su intención es visitar al doctor que lo trató en Suiza después de que el Brighton tumbara su fichaje en la revisión médica. Es la única opción, bastante remota, que le queda. Eso y un peregrinaje médico en el que se antoja improbable que alguien asuma el riesgo de validarlo para la práctica deportiva. La extraña arritmia que sufre, una patología complicada de diagnosticar y sin tratamiento, puede provocarle la muerte súbita si sus latidos se revolucionan (fibrilación ventricular). El riesgo que corre no es sufrir un síncope, sino entrar en parada cardíaca. Pese a que públicamente el Levante aún no se ha pronunciado, se presume que el Zaragoza sí que volverá a hacerlo durante los próximos días. El club maño da por perdido al jugador, al menos para esta temporada. Los planes deportivos en La Romareda pasan por tramitar su baja y fichar a un recambio. Duro, pero la vida tiene que continuar.

Todas las fuentes consultadas coinciden en que después de lo ocurrido, especialmente tras el partido entre Zaragoza y Cádiz en el que jugó 90 minutos, es un milagro que Raphael siga vivo. El delantero, que llevaba días encontrándose mal, estuvo al borde del colapso.