El drama del comercio: cierra una mercería con 140 años en Teulada
«Claro que me da pena, pero estos comercios de pueblo están abocados a desaparecer». «Caldo», un histórico negocio, bajará la persiana el próximo 15 de julio. El casco antiguo se queda sin tiendas
«Claro que me da pena cerrar. Llevo 37 o 38 años tras este mostrador. Son muchas vivencias. Pero las tiendas de pueblo están abocadas a desaparecer». Josefa Vallés, de 66 años, se jubila. Se tiene bien ganado el descanso. Pero, inevitablemente, siente un pellizco de nostalgia. El 15 de julio la mercería Caldo, la de esta atenta e inteligente mujer (rasgos de los buenos comerciantes), baja la persiana para siempre. Y no es un negocio cualquiera. Esta mercería lleva abierta 140 años.
En el comercio tradicional ocurre como en otros muchos negocios familiares: no hay relevo generacional. Además, la resistencia de esta histórica tienda tenía algo de heroico.
En el casco antiguo de Teulada, declarado Bien de Interés Cultural por su trama y arquitectura góticas, el comercio se ha perdido prácticamente por completo. Caldo era la penúltima tienda. Queda una joyería en la calle Colón, que ahora está en obras y donde, cuando se cierren las zanjas, reabrirá el horno y panadería. Hace décadas había bullicio de tiendas. Ahora no queda casi nada.
«El 7 de enero empezamos con la liquidación. Han venido muchos clientes que nos decían que era una lástima que cerráramos», comenta Josefa, a quien acompaña su suegra Vicenta (Vicentica) Ivars, de 91 años. Vicentica se casó (la tienda pertenecía a la familia de su marido) y se puso tras el mostrador. De muy joven, ya empezó a trabajar en la fonda de su padre.
Ellas dos relatan muchas anécdotas. La tienda siempre ha sido mercería (en la preciosa estantería de madera hay antiguos hilos de bordar), pero antes los vecinos también acudían a comprar comestibles. Compraban arroz y legumbres a granel, pastillas de chocolate (un antiguo anuncio que sigue aquí colgado es de chocolates «Matinal» de la Vila Joiosa) o galletas. Vicenta recuerda que les llegaban de golpe tantas cajas de galletas que, apiladas, formaban una torre.
En la calle, no se aprecia la belleza de esta tienda de siempre. Pero, al entrar, surge el prodigio. El mostrador y las estanterías de madera evocan el tiempo de la efervescencia del pequeño comercio. Josefa sabe dónde está todo. Estas bagatelas (botones, hilos, cremalleras, lencería, pijamas, paraguas, perfumes...) componen un universo de utilísimos objetos.
Josefa advierte de que los centros comerciales e internet son una competencia contra la que es imposible luchar. Sin embargo, las tiendas centenarias son singularidad comercial y cultural y hacen vecindario y pueblo. En los centros comerciales todo es sustituible y anodino. Cuando cierra una tienda como la mercería Caldo, se pierde una historia para siempre.
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