Si algo ha quedado claro en esta crisis es que lo colectivo tiene que estar por encima de lo individual, y lo público por delante de lo privado. Siempre. Y también se ha evidenciado que el sistema neoliberal y capitalista no es la solución para nadie, y mucho menos para la clase trabajadora.

Pero, sobre todo, ha demostrado una cosa, que las trabajadoras y trabajadores son quienes mantienen en pie este país y esta sociedad, con los mejores valores colectivos. Son los trabajadores los que han mantenido a flote los servicios esenciales, muchas veces en condiciones de precariedad absoluta y en ínfimas condiciones de seguridad.

Por ello, no podemos cometer los errores de la anterior crisis, la de 2008, que se tradujo en el debilitamiento del estado de bienestar, la privatización de servicios públicos esenciales y una mayor desregulación. Esto ha ocurrido durante la última década, diez años que han empobrecido a la clase trabajadora y a nuestra sociedad en general, esquilmando nuestros servicios públicos y nuestra economía productiva. La mayoría social se quedó atrás en la crisis de 2008, mientras los bancos eran rescatados y los beneficios empresariales aumentaban.

Una década de privatizaciones y aumento de la desigualdad, la precariedad y la brecha social que todavía estamos pagando.

Ahora, ante esta nueva crisis sanitaria, económica y social, tenemos que luchar para que la salida a la misma sea lo más solidaria posible, trabajando porque no se deje a nadie atrás y por conseguir un sistema que priorice lo colectivo y la vida digna de la gente que nos sostiene, la clase trabajadora.

Este 1º de mayo será especial por el confinamiento, pero mantendrá su naturaleza reivindicativa y de lucha, poniendo en valor la importancia de la clase trabajadora para sacar adelante esta sociedad, y la necesidad de tener unos servicios públicos dignos y de calidad.

Urge abordar el futuro desde esta otra perspectiva y con otras prioridades que no son las de los recortes, la precariedad, los rescates a la banca y la ley de la selva del mercado. Los aplausos desde los balcones a las 20 horas no sirven si no construimos, colectivamente, otro punto de partida, diferente al de la anterior crisis. Ese punto de partida y esa reconstrucción ha de poner a la clase trabajadora como elemento protagonista, tanto a aquellos que han resistido en la sanidad y servicios esenciales, como a los que se han visto afectado por ERE o ERTE, pero también a los sin derechos, víctimas de la economía sumergida.

El 1º de mayo no estaremos en las calles, pero seguiremos en la lucha, reclamando ese nuevo punto de partida para afrontar la crisis sin dejar a nadie atrás, desde la solidaridad y desde la unidad. Desde la organización y la reivindicación para reconstruir un país con un nuevo modelo económico y social, cuya prioridad sean los derechos y el bienestar de las personas.