Tradicionalmente, las asambleas de socios del CD Acero no han sido un ejemplo de virtudes; han adolecido, en general, de muchas carencias y no se han caracterizado por los buenos modales y el trato respetuoso entre los socios. Con demasiada frecuencia, han faltado los argumentos y han sobrado las descalificaciones. Llevo muchos años como socio del club de mis amores y he asistido a numerosas asambleas, por lo que hablo con conocimiento de causa.

Pero la última asamblea, el pasado 26 de agosto, supera con creces todo lo visto y oído hasta ahora. Si entrar a valorar las carencias formales de la convocatoria, que por sí solas bastarían para impugnarla ante la jurisdicción ordinaria, quiero referirme a aspectos que van más allá de lo formal, que tienen una mayor relevancia y trascendencia.

En esa asamblea se aprobaron cuestiones tan importantes como las cuentas de las temporadas 19/20 y 20/21, el presupuesto y las cuotas de socios. El presidente, como director del acto, no nos permitió hablar, cuando algún socio lo intentaba, era remitido reiteradamente al último punto, los Ruegos y preguntas. Así, en el transcurso de la asamblea, se fueron votando y aprobando todos los puntos, sin más. Según manifestaba una y otra vez el presidente, se trataba de eso y nada más.

Con esa actitud, el presidente usurpó a los socios un derecho inalienable como la participación con voz y voto; el derecho a opinar sobre cualquier asunto que se trate en una asamblea general y más aun, si cabe, cuando se trata de asuntos tan importantes como los que se trataban en esa asamblea.

El actual presidente y su junta directiva están legitimados porque así lo decidieron los socios en las últimas elecciones del 8 de agosto, pero no están legitimados para dirigir el club «con mano de hierro», para pasarse «por el forro» las normas legales del funcionamiento del club, para actuar despóticamente y faltando el respeto a los socios al vulnerar sus derechos.

En esa asamblea se aprobó la adaptación de los estatutos a la nueva normativa de la Generalitat sobre el Deporte de la Comunidad Valenciana y su desarrollo reglamentario. Cuando pregunté sobre el contenido de esa «adaptación», se me contestó que era muy larga y si la leían toda. Evidentemente, no lo pedí. Pero si hubiera podido hablar, le hubiera recordado al presidente que, cuando se convocó la asamblea, se debió poner a disposición de los socios toda la documentación, aunque fuera en formato electrónico, relativa al orden del día que iba a ser sometido a votación. O sea que, al inicio de la asamblea, sólo conocíamos el título de los puntos, pero no su contenido y tampoco se nos permitió preguntar nada (un servidor lo intentó). Únicamente se nos entregaron in situ unos papeles con los ingresos y gastos de la temporada 2019/2020 y los ingresos y gastos de la temporada 2020/2021.

Bochorno. Mi bochorno e indignación (como el de otros socios) subieron de tono cuando, con motivo del punto sobre la validez del voto delegado, el presidente se despachó diciendo que obraban en su poder 47 votos delegados. De haberlo sabido al inicio de la asamblea –cosa que debió hacerse, en aras a la transparencia-, podíamos habernos marchado todos y evitarnos así el sofoco sufrido (éramos 51 los socios presentes). El voto delegado es perfectamente legal, otra cosa es el abuso o el uso ilegítimo de la representación, ya que, según la nueva normativa, un socio no puede acumular la representación de más de un 10 % de los votos de la asamblea.

Del desarrollo del último punto no puedo opinar puesto que me marché indignado. Y a los ruegos y preguntas no me esperé, ¿para qué? ¡Ya estaba todo el pescado vendido! Mayor tomadura de pelo a los socios y desprecio a la inteligencia no había presenciado en mi vida

Sirva este relato de llamada de atención a los socios y a los porteños en general para que conozcan lo que se cuece en un club centenario como el Club Deportivo Acero, al que se está dañando con una manera despótica y nada democrática de proceder. A tiempo están los actuales directivos para cambiar en su manera de gestionar el club.