Demasiada chicha para liquidarla de una sentada, sobre todo, porque hay un quinto ejemplo (la Mare de Déu de la Font de la Salut de Traiguera), entre otros, que era adonde íbamos, vía Sant Mateu. La ciudad sede del Maestre se veía luminosa y concurrida aquella mañana que desmentía al invierno. Grupos de montañeros y caminantes se repantigaban al sol en las terrazas de su plaza única con porches donde se vende su maravilloso aceite, cacharros de madera de olivo, vermut de Almassora, licor carmelitano del Desert y guindas en aguardiente. Todo era antiguo y solar: el camino de Sant Mateu a Traiguera está amojonado por olivos que vieron a Aníbal jurar odio eterno a los romanos. De Traiguera retenemos un trozo de muralla, con finas almenas alanceadas, que cierra un callejón, y su campanario octogonal (otro Micalet, otro Fadrí, otro subterfugio del Temple), que es más antiguo que la propia iglesia (al contrario de lo que suele suceder).

Font de la Salut. Ermita. L-EMV

En el camino a la Font de la Salut (a menos de 3 kilómetros de Traiguera), la tierra roja de los olivares fosforece de pasto tierno. Hay estaciones que marcan los dolores de la Virgen, y es especial la última (con columnas y cubierta, templete o casalicio), frente al mismo santuario, que lleva los coches a su propio patio en una alegre confusión profana. Un grupo de jubilados se prepara para la cuchipanda en la Casa dels Capellans. 

 Descubrí, por accidente, el santuario otro día de invierno, cuando la Llum de les Imatges (y he vuelto dos veces), que aquí se subtitulaba Paisatges Sagrats con toda la razón, pues en Castelló están (con permiso de Agres) los grandes y telúricos santuarios en torno a los cuales se sigue registrando la forma más radical de piedad: la peregrinación. El área devocional de la Cova Santa de Altura es más grande que Luxemburgo, y el registro histórico y legendario de nuestro caso cuenta que la prodigiosa doncella se le transparentó al sediento pastor Jaume Sorlí al fondo de una charca clara. Trasladada la Virgen a Traiguera, acompañada de cortejo de autoridades, la Magna Mater cometió una segunda teleportación para volver a donde la encontraron: los carrascales como primer y supremo templo. Aguas y vírgenes: principio femenino, ánima. Sanación y resurrección por el agua o el espíritu. Todo eso ya era viejísimo antes del Sermón de las Bienaventuranzas.

Una de las obras expuestas: frescos del santuario de la Mare de Deu de la Font de la Salut de Traiguera. Manolo Nebot

El gótico aún palpita en los arcos y techos del porche, pero fue en los siglos áureos cuando los emperadores de España (y Alemania) visitaban, ampliaban o tutelaban a distancia el lugar prodigioso. Pero no hay cúpula, pirindolo o zócalo que no tenga el color de aquí, que es cerámico y alegre. Y en el patio, los arcos y las salas de lo que fue hospedería (y hoy es restaurante): los viejos sillares y piedras angulares encajan según las reglas de una vieja cantería que, no lo duden, se perdió por el camino.