Gandia es más que sol, arena y agua salada. Entre la playa y la ciudad, al nordeste, detrás de urbanizaciones, adosados y chalets, cruzando las vías del tren y entre campos de naranjos, la marjal tiene uno de sus mayores tesoros en la Safor: l’ullal de l’estany. Para llegar a él, es útil tomar como referencia la Alqueria del Duc y Aula Natura, donde a lo largo del año se organizan actividades familiares y escolares para fomentar la estima por este paisaje.

Desde la ciudad se tarda en llegar apenas cinco minutos en coche o un ligero paseo a pie, aunque la mejor opción es acercarse en bicicleta, para poder recorrer cómodamente otros puntos de este humedal, ubicado a los pies del Castell de Bairén y siempre con el pico del Mondúver, como testigo, en las montañas del fondo. 

Existen varios caminos y rutas señalizadas para pasear por la marjal de Gandia e ir desde l’estany a otros puntos, como l’ullal de la perla, también de gran valor natural. Y es que, la marjal de Gandia es un tercio de la marjal de la Safor, que también incluye Tavernes de la Valldigna, Xeraco y Xeresa. Durante el paseo se pueden observar las acequias, aún útiles hoy en día y de las que se encarga la comunidad de regantes de la marjal.

L’ullal de l’estany surge de aguas dulces subterráneas —no superficiales ni de ríos, principalmente provenientes del aqüífero de la Serra Grossa—, que brotan al exterior creando zonas verdes a su alrededor: ecosistemas vivos, con plantas, árboles, animales acuáticos y muchas aves. Una fuente natural de biodiversidad que nunca se seca, ni siquiera durante el verano. Este es el punto más frondoso, y cuenta con un camino de madera y varias pasarelas, que hacen de esta una zona accesible. L’estany es un espacio magnífico para desconectar de las preocupaciones urbanas, un refugio a pocos minutos de la ciudad y de las obligaciones diarias. 

Es escenario de multitud de álbumes de fotos de bodas, comuniones y otros eventos de los pixavins. En l’ullal, habitualmente se respira tranquilidad, aunque el estanco está más concurrido en algunas épocas del año, como en primavera o pascua, cuando es típico ir a comer el panou y la mona. No obstante, tampoco se está mal en otras estaciones, por ejemplo en verano, como debió pensar la familia Borja, que tenía su residencia estival en la Alqueria del Duc, una construcción medieval a las puertas de este ullal y que actualmente está catalogado como Bien de Interés Cultural. Por esto, también es llamado estany del Duc.

Chopos, sauces o tilos

Además de las pasarelas, alrededor del agua hay bancos para descansar y disfrutar de la naturaleza y una zona de césped donde sentarse a la sombra de grandes árboles como chopos, sauces o tilos, además de otra flora típica de marjal, como el carrizo o la enea. La diversidad que hay es excepcional, pues también se pueden ver a lo largo del año juncos o nenúfares.

Desde 2006, este rincón verde ha experimentado una gran mejora y recuperación, a través del Programa de Protección y regeneración de Espacios Naturales de la Confederación Hidrográfica del Júcar, además de diferentes iniciativas municipales. El objetivo es dotar de mayor protección y fomentar el respeto de la ciudadanía por este humedal, donde también se desarrollan cada vez más iniciativas culturales y didácticas.

En este sentido, se presta especial atención a la proliferación de especies invasoras como el cangrejo rojo, la tortuga de Florida o la gambusia... y se busca favorecer el desarrollo de la tortuga mediterránea, el cangrejo de río o el samaruc. Si el visitante se fija, podrá observar sapos, ranas, fochas, pollas de agua y también patos como el ánade rea o el cabusset.

Para quien se quede con ganas de más después de visitar este paraje, puede ir a l’ullal de la Perla y l’ullal de Leocalia, una ruta relativamente corta; o apostar por una más larga —mejor en bici— por estos dos puntos y pasando también por l’ullal de Baltasar, l’ullal clar y l’ullal fosc, pasando también por la marjal dels Borrons (ya en Xeresa) y acabar en el final de la playa del Auir.