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La historia que irradia Bairén

Gandia recupera definitivamente el enclave en el que se ha mantenido presencia humana durante al menos cinco mil años - El castillo fue clave en la romanización, en la época andalusí, en los envites del Cid y en la conquista cristiana de Jaume I

La historia que irradia Bairén

Si alguien tuviera que marcar un punto en la comarca de la Safor donde se hayan sucedido, prácticamente sin interrupción temporal, las distintas civilizaciones que han pasado por esta zona, sin duda el Castell de Bairén, en Gandia, figuraría entre los primeros. Porque ese lugar, abandonado durante décadas y ahora receptor de una inversión de un millón de euros procedentes de los fondos Feder de la Unión Europea y del Ayuntamiento de Gandia, constituye un enclave sobre el que se puede articular la historia al menos durante los últimos cinco mil años. Cierto es, y así se quiso destacar durante la visita a las obras que responsables municipales y de la Generalitat hicieron hace unos días, que casi todo lo que allí se puede ver corresponde a los siglos XI y XII. Fortificaciones y elementos de la época andalusí, dado que Bairén fue una de las plazas fuertes de Al-Ándalus.

Joan Negre, arqueólogo municipal de Gandia, explica a este periódico que los elementos más antiguos de los que se tiene noticia en el área del castillo se remontan al Calcolítico, un periodo situado entre cuatro mil y cinco mil años antes de nuestros días. En concreto, allí se ha encontrado un enterramiento de esa época. De la posterior Edad del Bronce, que abarca una parte del segundo milenio antes de nuestra era, se encontraron restos de un pequeño poblado situado en la cima de la montaña, y las investigaciones apuntan a que esa presencia humana siguió en la Edad de Hierro con un asentamiento ibérico de hace unos 2.500 años. Siguiendo la cronología de la humanidad en esta vertiente del Mediterráneo, en Bairén han aparecido evidencias arqueológicas de un campamento fortificado correspondiente a los primeros contingentes romanos que llegaron al actual territorio valenciano. Eso fue entre los siglos segundo y primero antes de Cristo, y con toda seguridad esa instalación militar es contemporánea de la del Rabat, en Rafelcofer. A criterio de los historiadores, las dos tuvieron un papel primordial en las primeras décadas de la romanización en la Safor. Otros restos arqueológicos sitúan una importante reocupación del espacio en el periodo comprendido entre los siglos cuarto y sexto de nuestra era.

Rebelados contra Córdoba

Sin duda es la ocupación islámica la que otorgó la impresionante silueta que hoy queda en la cima de la montaña que después los gandienses bautizaron con el nombre de Sant Joan. El inicio de la construcción de la impresionante fortaleza se sitúa a finales del siglo X con un pequeño fortín que aprovechó lo que dejaron los romanos, y en el cual se instaló una guarnición permanente, de estructura militar, algo habitual en esa época para asegurar el control del territorio y garantizar el cobro de tributos en los poblados que, en esa época, se habían rebelado repetidamente contra la autoridad del Estado, con capital en Córdoba.

Esa pequeña instalación militar fue profundamente transformada a partir del siglo siguiente, cuando, hace ahora mil años, Bairén se convirtió en la puerta norte a la Taifa de Dénia en su límite con la de València. «Este es el momento en que la alcazaba de la fortaleza adquiere la fisionomía que conocemos hoy», añade Negre, y es entonces cuando se construye un auténtico palacio para el alcaide o jefe militar de la zona. También del siglo XI es la construcción de un segundo recinto, llamado el albacar, al cual se desplazarían las tropas tras la monumentalización del recinto superior.

Como espacio que ha visto pasar la mayoría de los grandes episodios de la historia en Gandia, desde sus muros se pudo haber visto al mercenario castellano Rodrigo Díaz de Vivar, mitificado con el nombre de Cid Campeador, que protagonizó varias incursiones en territorio islámico, entre ellos la ocupación temporal de la mismísima ciudad de València, hasta que las tropas almorávides, a finales del siglo XI, llegaron para frenar el avance de los cristianos sobre el oriente de Al-Ándalus. Una de esas batallas probablemente tuvo lugar en el año 1097 cerca de la fortaleza de Bairén y, según señala Joan Negre, pese a la victoria del Cid, optó por replegarse rápidamente hacia València, donde tenía su plaza fuerte y, consiguientemente, se sentía más protegido.

Con la llegada de los almorávides y la posterior creación de la Taifa Mardanixí Bairén sufrió otras grandes transformaciones, especialmente la construcción de un antemuro que rodeó toda la zona. Pese a todo, los cristianos ya habían decidido su avance hacia el sur, y en ese ambiente de enfrentamientos, casi siempre en verano, algunas de las alquerías situadas en la llanura se desplazaron a la falda levantina del castillo, creando así un poblado que, en última instancia, tuvo que amurallarse, dando lugar a la «medina» de Bairén, sometida a los ataques cristianos, cada vez más insistentes.

Una rendición pactada

La suerte cayó definitivamente del lado de la cruz cuando, después de tomar València, Jaume I inició el avance hacia el sur. En 1239 el alcaide Avencendrell no tuvo otra opción que pactar la rendición del castillo, que incluía otras fortalezas islámicas de la Safor. Este encuentro se llevó a cabo en el entorno de la rábita de Bairén, una pequeña instalación portuaria posiblemente junto al actual Molí de Santa Maria, en el Grau, origen del distrito marinero de Gandia.

Aunque inicialmente intentó poblar el propio castillo, Jaume I acabó decidiéndose por la parte baja y, aprovechando la existencia de numerosas alquerías islámicas, una de las cuales llamada «Candia», diseñó una villa nueva en el solar que hoy ocupa la capital de la Safor. Antes de que Jaume II, nieto del Conqueridor, intentara repoblar de nuevo el Castell de Bairén, en el siglo XIV, empresa que nuevamente se mostró imposible, la fortaleza jugó un papel destacable para frenar las embestidas de Al-Azraq, el caudillo musulmán que inquietó a Jaume I hasta que fue derrotado en las inmediaciones de Alcoi.

Los restos recuperados en Bairén evidencian que la guerra civil con Castilla afectó a la fortaleza, en 1364, momento que marca el fin de su esplendor. A finales de esta centuria ya ni siquiera se cita en los documentos del duque Alfons el Vell, lo que induce a pensar que se abandonó pese a la instalación de una ermita que, bajo la advocación de Sant Joan, hizo funciones de albergue para viajeros y de vigilancia ante posibles incursiones de piratas por el mar. En el siglo XVIII ese edificio religioso también se abandonó, dejando los restos históricos, que han sido declarados Bien de Interés Cultural, a merced de saqueos e inclemencias.

Gandia se enorgullece ahora de rescatar lo que queda de esa historia con una inversión que permitirá las visitas a todo el recinto. Las obras, que incluirán dispositivos para el control de accesos, estarán acabadas el próximo otoño tras el parón forzoso por la crisis del coronavirus.

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