¿Para ser un buen director de cine hay que ser un buen fotógrafo?

No tiene por qué pero a mí me ha facilitado mucho. Al ser fotógrafo técnicamente nunca he tenido problemas porque tengo el ojo preparado. Pese a tener más de 40 películas todavía no sé qué cualidades tiene que tener un director, pero tienes que hacer los temas que te apasionan.

En estos días se ha vuelto a proyectar una copia restaurada de su primer documental «Cuenca», filmado en los 50.

Las cosas que he hecho no me interesa mucho verlas, las fotografías porque no me queda más remedio. No me interesa mirar hacia atrás porque estoy pendiente del ahora y lo que voy hacer.

Y lo más reciente es «Jota», un trabajo que acaba de estrenarse pero su amor por la música le ha hecho fijar su atención previamente en las sevillanas, el flamenco, los fados...

He sido educado con la música clásica porque mi madre fue pianista. He escuchado música clásica y sigo haciéndolo porque me parece una maravilla, pero siempre he tenido una gran curiosidad por el flamenco, sobre todo, por la canción española, los tangos y los fados, lo que me ha permitido hacer más de doce musicales.

«Jota» ¿era su asignatura pendiente?

Sí sin duda. Me interesaba mucho ver cómo se baila sin los trajes regionales, que son muy bonitos, pero tapan el cuerpo humano. Es precioso ver bailar una jota a unos jóvenes vestidos con pantalón vaquero y una camisa, tal y como van en la calle, lo que te brinda la oportunidad de ver la belleza del baile.

El deseo de aventura, del inconformismo y del riesgo sigue presente en sus trabajos.

Siempre hay que tirar hacia delante y si no me planteo nuevas cosas para qué voy a hace cine, me dedico a otras cosas. El cine es una aventura que hay que correr. Cada película es una aventura porque no sabes cómo la vas a acabar y a veces no sabes ni cómo va a ser posible empezarla.

¿Cuál es el estado de salud del cine español?

Está enfermo el cine en todo el mundo y, de manera más especial, el español. Han desaparecido los grandes productores, no hay personas como Elías Querejeta o como Andrés Vicente Gómez, estamos en un terreno de nadie. Es una especie de magma, lo cual no quiere decir que no haya dos o tres películas buenas al año hechas en este país. El material analógico ha desaparecido, todo es digital lo que hace que el cine y la fotografía estén al alcance de cualquiera.

En esa renovación del séptimo arte también juega un papel cada vez más importante las televisiones porque los proyectos que no cuentan con el apoyo de un grupo audiovisual tiene dificultades en rodarse.

Y están hasta abocados a no realizarse. Dependemos económicamente mucho de ellos y también ellos eligen lo que quieren hacer. Hay una especie de censura con lo que quieren hacer, apoyan lo que les interesa.

¿Alguna televisión le ha echado por tierra alguna iniciativa?

Dos o tres proyectos importantes me los han tirado para atrás. Da igual quién seas, si no les conviene no te respaldan.

El cine es una industria pero sin embargo en este país no existe la concepción de industrial cultural extendida al teatro, la literatura o la música.

No me gusta asociar el término industria a la cultural porque parece que es una fábrica, aunque es verdad que genera una riqueza. Los países que más protegen su cultura suelen ser los más ricos y lo que queda de los países es su cultura, no otra cosa. Es curioso que la impronta que deja un país sea su poso cultural, la historia política poco se conoce y menos fuera de nuestras fronteras. La cultura es el poso que queda de un pueblo.

Alude a la riqueza de la cultura pero sin embargo es un asunto sin presencia en los foros políticos.

Todavía no he oído a ningún líder político o presidente de cualquier partido hablar de cultura. La cultura es un problema muy complejo porque viene de la educación. Si no hay una base en la educación no hay una cultura. Los políticos creo que piensan que la cultura es de gente que se divierte, que no son personas fundamentales para el país.

Pero únicamente ocho de cada cien actores españoles ingresan al año más de 12.000 euros, solo el 2,15 por ciento cobran más de 30.000 al año y entre los actores y bailarines que sí trabajan, más de la mitad no superan los 3.000 euros al año, según datos de la Fundación de Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión.

No hay mucho dinero para hacer cine, ni teatro y tampoco hay mucho interés por hacerlo, aunque hay francotiradores fantásticos que apuesta por hacer algún proyecto. Hay muchos proyectos aparcados o descartados porque no hay dinero y además el impuesto del 21%, poco ayuda. Yo he estado en Francia y allí tienen un impuesto para la cultura de un 6%, por eso la cultura francesa está floreciente.

«Bach» es de los proyectos que está en cartera. Y ¿Picasso?

Bien gracias. (Risas) Está, está mejor. Está avanzado pero es una película que lleva seis años de retraso por motivos económicos porque los temas que a mí me interesan parece que no interesan.

Y ¿qué le interesa ahora?

Muchas cosas. Yo hago pintura, fotografía, cine y escribo, escucho música y de vez en cuando hago una película que reúne todas las cosas que más me gustan. Hacer una película es un gran placer y hacer fotografiar es hacer algo de manera mucho más rápida. Es como la ópera que he hecho cinco veces «Carmen», un trabajo muy pesado, mientras que el cine es más atractivo.

¿Qué opinión le merecen los estrenos on line?

Depende de la calidad con que se hagan, si es para pasarlo luego a pantalla grande sí, pero si es para verlo en una pantalla pequeña, me da pena. Creo que se pierden muchas películas interesantes por la falta de comercialización y es absurdo que luego se vean en pantallas pequeñas como las del teléfono. Lo ideal sería es que en cada casa hubiera una gran pantalla de televisión o incluso una pared para ver las películas, lo cual es asequible con un proyector.