Los efectos del Covid-19 no tiene fin. El drama y la anécdota conviven estos días con esta pandemia cuyo nombre ya explota en la cabeza cada vez que suena y lo que te rondaré? No es preciso que enumere los dramas que envuelven esta pandemia, allá donde mires alguien te informa, te cuenta o atemoriza. Esta ha sido una semana muy dura para los valencianos y las que vienen no prometen ser mejor. Vienen días de estar en casa, en una especie de descanso dominical sin fin, pero sin la alegría que se vive alrededor de la paella con besos y abrazos previos a los seres queridos.

Lo mejor ahora es leer, jugar y devorar la oferta televisiva, así que parece que la maratón seriéfila se convertirá en deporte nacional. Esto en cuanto a lo diferido, muy terapéutico si lo que se pretende es desconectar, porque en el terreno de la televisión convencional en directo los magazines e informativos vivirán su temporada alta. En el terreno de lo anecdótico os habréis dado cuenta de que Ana Rosa no tiene quien le aplauda cuando se levanta de la mesa para dirigirse al sofá de chafardeo, el maldito virus por acabar ha acabado hasta con los aplausos. El personal ajeno al programa ya no puede asistir al plató y hay que decir que el público llena mucho un programa porque dos manos que chocan, un murmullo, carcajada u ovación otorgan ritmo y emoción a cualquier espacio que se precie.

Si el tono es serio como «El Objetivo» de Ana Pastor, se aprecia la cabeza reflexiva asentando el discurso del político de turno o negando su declaración incendiaria. En un «Sexta Noche» viste mucho el aplauso vehemente o un abucheo a la declaración incendiaria de Marhuenda, el «Sálvame» de la política no lo es sin seguidores en vivo y el «Sálvame» de verdad con todas sus frutas resulta descafeinado sin ese autobús manchego cargado de miguelitos para unos colaboradores acostumbrados al jaleo. Hasta Ellen DeGeneres no tendrá quien le ría las gracias y ocurrencias en vivo, la tele americana no se la juega. A ver qué tal mañana esa gala de «OT» sin «millenials» motivados, con los brazos levantados a pie de escenario motivando a su concursante favorito. Todo el directo en la pantalla muy descafeinado, triste, frío y desangelado con la ausencia del calor de unos aplausos que volverán cuando lo hagan los besos y los abrazos, que sea pronto.