Ha sido con suspense, pero los partidos catalanes han logrado lo que muchos no deseaban: trasladar la patata caliente del Estatut a Madrid. Después de un proceso de casi dos años, puede hablarse de ganadores, perdedores y marginados.

Entre los primeros están Pasqual Maragall y Artur Mas. La tenacidad de Maragall, amparada tan sólo por Zapatero, ha dado sus frutos. Por su parte, Mas ha resistido múltiples presiones, hasta lograr la aprobación de un texto digerible para los suyos.

Pero entre los ganadores también está el presidente del Gobierno. Contra la voluntad de parte de su partido (el sector jacobino del PSOE está entre los perdedores), Zapatero quería que se aprobara el Estatut en Cataluña. No se podía permitir un no, que se hubiera traducido en un aumento de las demandas nacionalist