La creciente competencia entre ciudades para atraer acontecimientos de gran repercusión mediática, al objeto de difundir su imagen y sus bondades, recibir turistas, inversiones en activos fijos y generar empleos, etc., hace que sea imprescindible concebirla como si de una gran empresa se tratara. Y no hay empresa que disfrute de beneficios estables en el tiempo y sin tensiones sociales, que no goce de una estrategia clara y flexible que la haga centrarse en determinadas cualidades y rechace las prácticas que no encajan con la misma.

En el siglo XIX y parte del XX la sociedad y la economía industrial dieron forma al crecimiento urbano, con sus carencias y ventajas, con la formulación de propuestas normativas que intentaron corregir los desequilibrios que dicha economía fomentaba, y, en algunos casos, tratando de canalizar las oportunidades que la misma brindaba a la sociedad.

Actualmente, el urbanismo propio de la sociedad industrial se muestra incapaz de satisfacer las necesidades y potenciar las ventajas de la sociedad del conocimiento. Los sectores productivos de mayor crecimiento y mayor rentabilidad en los países más avanzados, y por supuesto no me refiero al sector servicios de escaso valor añadido, no buscan emplazamientos en función de la cantidad y precios de las materias primas o la mano de obra barata, ni siquiera por las buenas infraestructuras de las que dispongan dichos emplazamientos. La materia prima que necesitan las empresas más rentables, y que más están revolucionando nuestras vidas, la componen el talento, el conocimiento y la innovación de las personas más creativas de la sociedad.

Consecuencia de lo anterior es un giro radical en la toma de decisiones de asentamiento de las empresas. No se instalan dónde deciden que encuentran ventajas en costes de materias primas, transportes o incluso ayudas públicas, sino que se instalan donde su mano de obra altamente creativa y preparada desea vivir. Ejemplos como Sillicon Valley, en la bahía de San Francisco; Route 128, en Boston, etc., son consecuencia del alto porcentaje de gente creativa, preparada e innovadora existente en dichas áreas, y que atrajeron e incluso dieron como fruto el nacimiento de un número formidable de nuevas empresas o de existentes de los sectores más dinámicos de la economía.

En consecuencia, una ciudad que se plantea competir a nivel global para atraer y mantener inversiones de alto valor y generar puestos de trabajo estables, debe primero luchar para atraer y mantener a las personas que necesitan las empresas mencionadas. Pero ¿qué debe tener una ciudad que pretenda atraer a la gente creativa? Parece que todo apunta a las siguientes características:

- Que se respire un ambiente de tolerancia hacia lo distinto...

- Que sea respetuosa con el medio ambiente...

- Que goce de calidad y cantidad de espacios públicos y de una escena urbana vibrante.

- Que fomente el encuentro y la relación entre sus habitantes...

- Que priorice al peatón frente al automóvil...

- Que tenga carácter y personalidad propia y lo demuestre respetando sus barrios tradicionales frente a su destrucción.

- Que tenga buen clima y se pueda disfrutar por todos...

- Que sea segura y limpia...

- Que tenga buen transporte público, buenos y múltiples centros de enseñanza, buenas redes de telecomunicación...

- Que sea social y culturalmente diversa...

- Que no imite ni sea genérica en su aspecto, que sea densa...

- Que sea activa las 24 horas de cualquier día...

- Que combine vivienda, trabajo, ocio, comercio, etc., sin grandes desplazamientos...

- Que sea abierta a todos sus residentes y a los que no lo son...

¿Cómo recoge el proyecto Valencia Litoral las propuestas del llamado urbanismo de ideas? De manera sintética, el proyecto se cuestiona, analiza y propone alternativas que permiten una distinta manera de abordar asuntos como la revitalización de tramas urbanas delicadísimas y genuinas; el paisaje y formas de vida en el contexto de la huerta, la gente del mar y la pesca artesanal; el uso y disfrute de las playas como lugar de encuentro de todas las capas de la población; la ciudad peatonal, ciclista o del transporte público eficiente y suficiente; la armonía y encuentro del puerto industrial, del de ocio y del de pesca; la relación nuevas tecnologías y entornos tradicionales; el arte en la calle; el comercio itinerante; la ciudad como soporte visual de información; el turista y el habitante; la luz y su capacidad de integrar entornos duros; la red de acequias y el agua en la trama urbana, etc.

Mediante más de cuarenta propuestas concretas de pequeña escala,, o como diría el admirable ex alcalde de Curitiba y ex gobernador del Estado de Paraná en Brasil, Jaime Lerner, de «acupuntura urbana», se puede dar un giro importante hacia la ciudad sostenible, sensible, tolerante, diversa, animada, interesante, justa, agradable, genuina, auténtica e impredecible que estoy seguro que queremos la gran mayoría de los valencianos.