Los habitantes de la costa cantábrica contemplaban ayer boquiabiertos el rastro de destrucción dejado por el temporal marítimo en Santander, San Sebastián y otros lugares. Los daños no son sorprendentes si nos fijamos en la magnitud de la borrasca responsable. Se veía venir desde hace días una situación complicada, como la que ahora se ha trasladado a otros países de Europa, a los que se ha desplazado la perturbación y que están bajo los efectos del acusado gradiente isobárico que veíamos ya el pasado fin de semana en los modelos meteorológicos. Mucha gente no entendía la fuerza de oleaje, ya que en algunas zonas el mar continuaba arremetiendo contra el frente marítimo pese a que había amainado el viento. Pero es que la clave ha sido la bajísima presión interna de la borrasca, que llegó a caer a menos de 950 milibares. Un vórtice así no sólo genera vientos fuertes, sino también oscilaciones directas en el nivel del mar, y esto explica lo ocurrido.