Me gustaría que La Roja —excelente nombre aunque no le guste al Abc— obtuviese el mejor resultado de su historia para lo que, creo, bastaría con llegar a las semifinales. Me conformo con eso porque más allá hay huesos de megaterio austral —Argentina, Brasil— muy difíciles de roer. Sin embargo, nada sé de fútbol, aunque creo conocer algo de metáforas, y este equipo es muy bueno sobre el papel, pero un tanto deslucido en el césped. Tienen un toque de pelota fabuloso, pero con cierta tendencia a avanzar hacia atrás (la nostalgia es un error). Como sostenía un experto en la materia —el jefe de deportes de Levante-EMV, J. V. Aleixandre—, al diablo con la posesión del balón y las estadísticas que la avalan, el juego es mucho más que deliberación y planos.

A lo peor, este equipo está como el país, que ya detesta al que manda sin enamorarse del que oposita; que obtiene avales financieros, pero se mantiene en la atonía; que, siguiendo con las estadísticas, tiene más PIB por habitante que Italia, pero no hay nadie que sea capaz de estremecer su piel de novia, que diría Umbral. Y tal vez por eso mismo, Portugal —el Estado más serio jamás creado en la Península Ibérica—arrolla: porque además de buenos jugadores, tiene fe, unidad ante la crisis y todo eso, el artículo me está saliendo un poco arciprestal.

Como tantos, agradecería un éxito de La Roja —excelente nombre aunque no le guste al Abc— porque por mucho que tengamos grandes figuras de las dos ruedas o la cancha de tenis, lo que nos pone es el fútbol, un verdadero amor no correspondido; a ver si con Chile nos calientan el corazón. A los veinte minutos del partido España-Honduras, quité el sonido del televisor: no soporto tanto chovinismo y garrulería, tanta prepotencia y desprecio al modesto (que, sin embargo, peleó). Puede que el futuro sea de Berlusconi y sus hordas, pero el fútbol de verdad —incluso para alguien que no sabe— sigue siendo genialidad y alegría, juego vertical e instinto asesino, es decir, cualquier cosa menos lo que hemos visto. Pero mientras hay vida, hay esperanza.