Enseñanza trilingüe (castellano, valenciano e inglés); colegios públicos con la educación en la lengua de Shakespeare; chino mandarín como optativa, y un sinfín de novedades idiomáticas para mejorar la cualificación de los ciudadanos ofrecen los responsables de la Generalitat cuando se trata de destacar respuestas a nuevos retos. Y en lo que hoy, aquí y ahora, es su competencia directa, la gestión de las escuelas oficiales de idiomas que existen en la Comunitat Valenciana, la eficacia brilla por su ausencia y la sensación de contar con un servicio tercermundista invade a muchos de los usuarios y a todos cuantos no han podido acceder a sus aulas.

En Valencia, las puertas se han cerrado para unos 12.000 aspirantes; en Alicante son 8.000 los que se han quedado sin plaza, y en Castelló, portazo a 2.500 ciudadanos. La demanda de la enseñanza de idiomas crece a un fuerte ritmo, fruto de un mercado laboral cada vez más exigente y de la mayor facilidad para el intercambio y el viaje. Pero los responsables de Educación se muestran insensibles a esta necesidad social, y no es por falta de fondos, ya que esta situación se arrastra desde antes de la crisis.

Cierto es que hay muchas entidades privadas que ofrecen formación cualificada en idiomas, pero las escuelas oficiales son codiciadas por su capacidad de certificación académica reconocida. Y la oferta pública tiene en ese campo un agujero tan grande como el solar que espera cinco años en Valencia un nuevo edificio.