A tres meses para las elecciones autonómicas y municipales del 22-M, las formaciones políticas han iniciado los procesos formales de presentación de candidaturas. En general, han seguido la hoja de ruta clásica: en los municipios donde alcanzaron el éxito electoral, han consolidado a los cabezas de lista; en los municipios donde se estrellaron en las urnas, la urgencia de una renovación venía obligada por los hechos. Los dos partidos mayoritarios, PP y PSPV, han vuelto a generalizar la vieja doctrina. Nada nuevo bajo el sol. Las excepciones vienen determinadas por los conflictos locales o bien por la ampliación del control a escala municipal de las respectivas direcciones regionales. Es un proceso que se ha resuelto sin excesivas fisuras y en el que ha sobrevolado más la expectación sobre las listas autonómicas, que ayer cerró el PSPV y que el PP ha aplazado hasta casi la conclusión del período legislativo. EU y Compromís, en este sentido, han concluido los procedimientos atajando posibles inestabilidades.

El conflicto, en cambio, se ha desatado en el socialismo valenciano debido a dos factores: la adaptación a la estructura provincial, nueva en ese partido, que ha producido contrapoderes y en consecuencia fricciones; y la apuesta decidida de la nueva dirección por cimentar la legislatura que discurrirá tras el 22-M sobre los pilares del equipo que ha ido formando Jorge Alarte. Para configurar esa aspiración, ha desplazado a las otras familias. Alarte asume así toda la responsabilidad de la cita electoral.