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Un Consell a la medida de un ausente

Julio Monreal

Muy pronto dijo el inminente presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, que no cambiaría ni una cara del equipo del dimitido Francisco Camps. Sus palabras, resultado de un momento de emoción y homenaje al saliente, son ahora una prisión para quien debería tener libertad a la hora de formar un núcleo de gestión que necesariamente ha de estar basado en la confianza. Como la que Camps tenía con Paula Sánchez de León, la vicepresidenta primera y única de un gobierno a la medida de una persona que ya no está. Ella es la que tiene en su mano, en su generosidad, que Alberto Fabra disponga de esa libertad que todo dirigente necesita para saber que está rodeado de personas en las que confía. Lerma, Olivas y Camps no necesitaron importar equipos, pero Zaplana llevó a la Generalitat a un buen número de alicantinos (políticos, amigos, compañeros de peña festiva...) porque ahí estaba su base política y personal, y no sería de extrañar que Fabra «castellonizara» la administración autonómica.

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