Los acontecimientos acompañan los inicios de año desde mis tiempos de infante: el concierto de año nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena; y los saltos de esquí desde Garmisch. Hace mucho menos tiempo se ha añadido un tercer evento, esta vez científico, y es la presentación de las series mundiales de temperatura, siempre para destacar lo cálido que es nuestro antropogénico mundo. Este 2012, dicho evento se ha adelantado y la ONU y AEMET ya han destacado lo cálido del 2011, antes incluso de que finalizara: la primera por ser el año de Niña más cálido y la segunda como el registro más cálido en nuestro país. Justo en el año 2012, cuando se cumple un fin de ciclo en el calendario maya y una alineación de la galaxia. Hay quien ve llegar el final del mundo y varias son las formas de este fatídico destino, incluido el cambio climático, tras descubrirse en un glaciar andino señales de una fuerte y rápida variación climática, hace unos 5000 años, justo en el inicio de la etapa del calendario que ahora acaba. En nuestro mundo de venusiano efecto invernadero, desbocado, demasiado tentador para no establecer una conexión. Y es que el efecto invernadero lo explica todo tal como paso con las abejas, vitales en los cultivos y que morían por el clima humanizado entre otras causas. Ahora parece que el causante es una mosca parásita. Aunque en mi visita semanal a Waticano puedo ir en manga corta por este suave invierno, yo sigo sin creérmelo, para disgusto de mi amigo David. Resulta que es una mosca, la muy «negacionista», quien mata a la abejas y que el primer español que ha logrado cruzar la Antártida sin ayuda exterior, ha sufrido temperaturas de -45 ºC y una tormenta de 13 días, y eso que es verano en el Hemisferio Sur. No será la cosa tan fatídica si, además, mi sueldo se congela.