No es ninguna novedad, pero hay que repetirlo para las lecturas virtuosas o rectas que se elaboran desde las respectivas «trincheras». La Fiscalía no es que se asimile al Gobierno o esté a su albur, es que forma un cuerpo común e indivisible con el Gobierno de turno. Además, lo hace sin decoro o respeto hacia la opinión pública. En la esfera política, actúa como un brazo armado del Gobierno. Una de sus arterias principales. Y sus actuaciones partidistas mancillan el equilibrio de poderes y desnudan la ética democrática de manera artera. Hay que decirlo sin recato: la Fiscalía parece trabajar, a veces, para las cloacas del Gobierno. Para el color político instalado en la Moncloa. Ha adoptado todos los vicios de los partidos políticos.

La última peripecia es iluminadora. La «sufrió» Camps durante casi tres años (tres fiscales para un caso de cohecho). Hoy el cambio de color en La Moncloa le ha beneficiado. La Fiscalía se abstiene de recurrir la absolución del del expresidente. Cuando se archivó el caso en el TSJCV –con el voto discrepante de Montero–, a la cabeza de lista por Valencia y vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, que andaba por algún remoto país sudamericano, se le preguntó por la decisión, tomada minutos antes. La «vice» fue contundente: la Fiscalía, proclamó, recurrirá. Se anticipó a la opinión de la Fiscalía en lo que parecía un mandato, se cargó la apariencia de autonomía del estamento jurídico y dejó agónica su legitimidad. Pero al menos fue sincera, y se le agradeció la espontaneidad efusiva. ¿Para qué ocultar lo que todo el mundo sabe? ¿Acaso no es el Gobierno el que marca el campo de acción? Más listo fue Gallardón, hace unos días. También hubo de responder a la pregunta de si recurriría la Fiscalía la absolución de Camps. Gallardón dijo que el Gobierno no se entrometía en esas cosas. Para Gallardón, el pollo. Al ministro se le reconocen las formas en público, pero solo eso (y las formas son importantes para la calidad democrática, pese a ensalzar la hipocresía). Ahora bien, la «opinión de trinchera» dice lo siguiente: la Fiscalía es «mala» ahora porque no recurre la causa de Camps. Antes –hace sólo unos días– era «buena» porque acusaba al expresidente. A ver si se aclaran lo que creen que la Fiscalía es una especie de ser suprasensible, que caza el «mal» en cualquier coto ideológico, sin que la escopeta esté recargada de intereses subalternos (basta observar los cotos de Bono y Chaves). Ángel Luna acusa a la Fiscalía de «falta de independencia». ¿Es que antes la Fiscalía representaba un jardín del Eden pintado de ángeles imparciales? Sería a sus ojos. Los ojos contrarios contemplaban otro paisaje. Es el problema de la «trinchera», que aparta la realidad que no conviene, aun a costa de cercenar el juicio justo. La ideología prevalece sobre la razón, las personas sobre las ideas. Y no es un problema menor. Porque el fariseísmo o el juego de simulación aboca al divorcio ciudadano de la política, al desencanto mortífero.