Leo estos días en algún diario que se ha desatado una «tormenta» en Cataluña por la petición, realizada por un miembro de la Corporación catalana de medios audiovisuales, de incluir el mapa de España en la información meteorológica de la TV3. Con los graves problemas económicos y sociales que estamos viviendo en nuestro país, resulta increíble que se produzcan estos estériles debates que son, sin embargo, un nuevo episodio de la absurda intromisión de la política en cuestiones científico-ambientales. Lo hemos padecido estos años pasados con las cuestiones del agua o con el mismo cambio climático. Cuando la política se dedica a abanderar soluciones para satisfacer las demandas de agua de nuestros territorios o toma partido por unas u otras hipótesis sobre el calentamiento planetario, estamos perdidos. Y como siempre somos los ciudadanos los que pagamos el pato: aún no tenemos resuelta la planificación de agua para las próximas décadas y, de momento, el nuevo gobierno se ha cargado la Secretaría de Estado de cambio climático que, como gesto, dice mucho. La información meteorológica que ofrece la TV3 es la mejor que se emite en toda España. Y se hace desde Cataluña. Sirve de modelo para todas las cadenas de televisión existentes (estatales, autonómicas o locales). Esto no tiene discusión. Y está dirigida, como debe ser, para los territorios de lengua catalana. ¿Hay algún problema en ello?. Lo mismo se hace en otras cadenas de televisión regionales y no pasa nada. La TV3 hizo una apuesta, desde sus inicios, por ofrecer una información meteorológica de gran calidad. Y los resultados están ahí. Es uno de los espacios de mayor audiencia televisiva y no sólo en Cataluña. Además, sus pronósticos y sus datos están avalados por el Servei Meteorologic de Catalunya, cuya valía científica es de sobra reconocida. Escribo estas líneas desde la indignación que me producen estos debates estériles; estas chorradas. E invito a todos los lectores que no lo hayan visto –y puedan- a contemplar el espacio de «El Temps» de la TV3; comprobarán la profesionalidad de los hombres y mujeres del tiempo que allí aparecen, el rigor y minuciosidad de su información y el enorme apasionamiento que imprimen a la tarea de la comunicación meteorológica. Un ejemplo de bien entendida labor que no se limita sólo a informar sino que consigue educar a los ciudadanos en las virtudes de las ciencias del tiempo y clima.