La segunda ampliación del aeropuerto de Manises comienza a ser operativa hoy, coincidiendo con uno de los días de mayor volumen de viajeros, y sin que las autoridades hayan convocado ningún acto protocolario para bendecir las nuevas obras. La ausencia es inaudita, puesto que el síndrome de las inauguraciones acompaña gran parte de la vida política en este país. A diferencia de la primera fase de la ampliación de Manises, cuya ceremonia presidió el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, los gestos desde las instancias políticas actuales en torno a la terminal que hoy se abre –proyectada, por cierto, en 2010, con un coste de 80 millones y revisada después a la baja hasta los 37,3 millones– portan el germen de la improvisación. La presencia de la ministra Ana Pastor para declarar inauguradas las nuevas instalaciones, se daba por segura, así como la personación de las grandes empresas constructoras convocadas al acto. La inauguración de la nueva terminal de un aeropuerto no es una insignificancia. Y, sin embargo, arranca hoy sin apenas refuerzo institucional y proyección pública. Tal vez pese sobre la ausencia de la ministra Ana Pastor algunas veleidades de analogías perversas, como el aeropuerto de Castelló –un tema tabú de obligado rechazo–, o tal vez se haya intentado esquivar las habituales protestas por los recortes. En todo caso, el vacío del Gobierno es sorprendente, puesto que pone en duda la voluntad de potenciar un sector turístico sustancial para la Comunitat Valenciana, y más en tiempos de crisis.