El calor y otras noticias recientes me podrían servir de inspiración para esta insulsa, cálida, seca e insoportable canícula estival. No obstante, por darle un poco de humor al verano voy a incluir algunas antologías del disparate de mis alumnos, que cualquiera creería propias de la enseñanza primaria y secundaria pero que están llegando a una universidad masificada ante la falta de salidas profesionales. Los geógrafos nos hemos tirado años diciendo que la ­geografía no implicaba el conocimiento de la ubicación de ciudades, ríos, montañas o capitales del mundo. Afortunadamente en los últimos años decimos más bien que la geografía no sólo es eso, pero también lo es, porque la ubicación territorial de los fenómenos es la que nos da la diferencia con otras ciencias. Tanto por lo anteriormente indicado como por la intuición de que el conocimiento geográfico va fallando ya desde la base, estamos recuperando exámenes de topónimos que cualquiera creería reservados a otros niveles y nos estamos llevando grandes sorpresas. En una pregunta sobre listado cerrado de destinos turísticos del mundo muchos alumnos de primero del grado de turismo me ubicaron el Everest en Europa, alguno en los Pirineos, otros me ubicaron Austria en Rusia o en ¡Filipinas!, uno me colocó Nueva York en Escocia o los Alpes en los Andes, y era frecuente que me situaran Cuba en Venezuela o Costa Rica. En este contexto no me debería sorprender que una corresponsal de una emisora nacional de radio, traduciendo mal seguramente la curiosa forma de contar de los anglosajones, dijera que la ceremonia de los Juegos Olímpicos iba a ser seguida por cuatro billones de espectadores, ignorando quizás que no somos más de 7.000 millones y no creo que muchos puedan acceder a la televisión. Yo estoy francamente más preocupado por esto que por la prima de riesgo, pero seguro que equivoco.